El mundo, la ciudad y el miedo

El mundo, la ciudad y el miedo

AMPARO CHANTADA
Londres, París, Roma, Francfort, New York, son ciudades en el mundo de hoy, que viven con un nuevo ingrediente: el miedo permanente. Miedo medido por escalas, alerta amarilla, naranja y roja, entonces se pasa, de un simple cuidado, a precauciones, a medidas extremas. Miedo que trastorna, miedo que paraliza, que impide pensar, miedo asimilado e interiorizado que se transforma, es evidente, en un arma del Estado democrático que controla la población en sus hábitos, sus consumos, sus desplazamientos, sus impulsos y sus emociones. Visitando París, me sorprendió en el metro, una alerta a la bomba. Surgieron policías de todas partes, silenciosos y caminando en grupos, armados hasta los dientes, vestidos de ropa negra, para dirigirnos: de pasajeros de un metro, pasamos a caminar bajo sus custodias en pasillos pesados de silencio, cabizbajos, apurados hacia una zona sin alerta.

Con miradas sospechosas, verificación de identidad, pasaporte, preguntas innecesarias, apuros, sudores, revisión de los bultos de manos, sacos, zapatos, se instaló un desconcierto general, parados en medio de pasillos plagados de publicidad excitantes invitando a ver películas, a visitar las “Follies Bergeres”, el Lido, el Crazy Horse Saloon, todo derision, frente al intenso momento. Policías con de armas de guerra se desplegaban en los pasillos, silenciosos y rápidos, con cintas amarillas prohibiendo pasos, aislando un bulto sospechoso. Llegó el perro pastor alemán, olfato, falsa alerta. Suspiro de alivio y en la atmósfera se sintió el nerviosismo evidente y el tiempo se suspendió. La alerta fue levantada, sin explicaciones y todo volvió a la normalidad. Los pasajeros del metro volvieron a sus andares, a sus lecturas, indiferentes del otro, del vecino, de todo. El Metro arrancó con sus pasajeros aturdidos, beatos, callados y sumisos. Me tocó vivir otra experiencia, ya paso a la cotidianidad. Saliendo por el aeropuerto Charles de Gaulle, otro lugar donde los perros pastores alemanes, se pasean de mano de super policías, de negro vestidos, walky-talky en manos, soberbios, no son de este mundo, ellos son del otro mundo, el de la seguridad, del secreto, del orden intempestivo, al que se le teme, al que se le obedece. Una atmósfera pesada nos envuelve en el Aeropuerto, atraso sin explicaciones, los murmullos van por buen camino, es evidente la angustia, las sospechas, los bultos de manos y los bolsos de recuerdos se revisan con precisión, las miradas, abordar un avión, se ha convertido en un ejercicio de control, de autocontrol, de sumisión, que nos transforma en niño obediente y lleno de destreza, de velocidad, zapatos en manos, cinturón desabrochado, pantalones a media, pasaporte en otra mano, en fin, de pasajeros pasamos a ser marionetas que obedecen a mandatos, con personales impasibles, con caras duras. En todos los países occidentales, se ha instalado el miedo como una política, se inculca el miedo, no hay un espacio público donde no haya policías, perros, vigilancia, aparatos electrónicos, cámaras, revisión de carteras, registros súbitos y obligados, el miedo y la vigilancia se han instalado en todos los aspectos de la vida cotidiana, es un nuevo aprendizaje, hay que vivir con él.

Somos espectadores de alertas repentinas, que para algunos se convierten en horas de angustia en un aeropuerto y para otros, parálisis y estupor. No se sabe de qué será el ataque, por dónde llegará, no se sabe quién será, si tendrá rostro de mujer, si será joven, la duda nos invadió, cualquier vecino ya es sospechoso.

La guerra global contra el terrorismo se ha convertido en la ideología global del miedo. Ese nuevo enemigo que los EEUU persiguen, sin bien identificarlo, ni localizarlo porque se mueve en geografías complicadas, los terroristas, los Estados delincuentes, el Eje del Mal, según los organismos de defensa de los EEUU, se expandió en el mundo, ramificó sus tentáculos. Con ese pretexto se somete al mundo a una paranoia insoportable. Nadie ha olvidado los atentados del 11 de septiembre en New York, ni el del 11 de marzo en Madrid, ni el de Londres de julio 2005 y nadie los puede justificar pero está claro que hay sociedades en el mundo, que acumularon odio y ven a los EE.UU. como un blanco, por sus constantes agresiones, conspiraciones e intromisiones en asuntos internos de los países durante todo el siglo XX. La política exterior de los EEUU, adoptada después de esos acontecimientos, no puede en nada, resolver esa situación.

Al contrario, las denuncias de supuestos arsenales de armas, de posesión de material químico, de la tecnología nuclear, que nunca aparecieron en el caso de Irak, evidenciaron que se necesitaban de esas groseras mentiras, para acompañar las declaraciones de guerra permanente e ipso facto invadir ese país. Las imágenes apocalípticas que proyectaban la entrada de los tropas americanas en Beirut, de noche, en un especie de operativo Rambo en vivo, con bombas destruyendo inmuebles destartalados frente a nuestros ojos, sombras proyectándose en calles vacías con ruinas de casas, fantasmas de hombres corriendo entre esquinas, en medio de escombros y humareda, CNN, FOX, habían logrado sus objetivos: muchos creyeron esa mentira mil veces repetida, mientras se buscaron los misiles que nunca se encontraron, el mundo apático, atónito presenció la destrucción de un bello país a quien debemos la escritura y el nacimiento de la primeras ciudades del mundo y la masacre siguió y sigue, hoy con el Líbano (con los mismos pretextos): nosotros mirando ese espectáculo vergonzoso. Se manipula la opinión pública, somos juguetes, desafían nuestra inteligencia y somos impotentes frente a una agresión global de las naciones cómplices en la riqueza y la agresión, que suman apenas ocho.

Estamos asistiendo a la promoción del miedo y a la prohibición de la razón, es la emergencia de una cultura global del miedo y su instrumentalización. La ideología del medio es un arma política en particular en las estrategias oportunistas de las grandes potencias económicas. Lejos de los verdaderos debates políticos, a distancia de la crítica objetiva sobre las consecuencias del orden económico mundial, se mantiene así un estado de miedo y de vulnerabilidad a poblaciones lo que permite políticas peligrosas de seguridad, de privación de libertades, de restricción de movimientos y de desplazamientos y de políticas discriminatorias: las medidas de excepción “liberticidas” las más alarmantes y las más graves. Ahora se escucha las conversaciones, se instalan cámaras en lugares privados, espías leen en los labios y se disimulan hasta en los más altos convites de la sociedad, nadie disfruta de la privacidad. Las multinacionales de los armamentos, de la guerra ven nacer, así, una ideología a su medida, que induce a la prevención, al control, al espionaje y al fichaje de la población y las ventas de armas suben, el precio de las acciones también, la familia Bush sonríe.

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