El mundo que se ve y el mundo que se vive

El mundo que se ve y el mundo que se vive

TEÓFILO QUICO TABAR
Cuando se escucha a los políticos sobre todo en la cima de poder, así como a muchas personas que ocupan posiciones cimeras en las diferentes áreas de poder o son representantes de estos sectores, aunque prefieran mantener imagen de independientes, hablando de la situación del país, de los avances que se han experimentado, los adelantos en áreas de la economía y de los progresos tecnológicos alcanzados, pareciera que vivieran, como realmente ocurre, en un mundo circunscrito a las áreas donde residen, a sus negocios, restaurantes, centros de recreo que visitan y las residencias de sus aliados.

Sin embargo para ver la realidad en que viven millones de dominicanos, ya no hay que desplazarse a zonas lejanas. No hay que ir a los campos del sur, del este o del noroeste. Basta dar una vueltecita por los barrios de la capital, tan cerca o mucho más cerca que ir a un lugar de esparcimiento, a un campo de juego o a un aeropuerto.

En el país existen varios mundos. El mundo que vive un grupo si se quiere, aupado por los privilegios que casi siempre ofrecen las coyunturas políticas y sociales, el mundo de los empresarios y comerciantes sin padrinos, el mundo que viven los que tienen ingresos fijos, el mundo de los que tienen que buscárselas de cualquier forma para vivir y el de los que apenas subsisten.

A esos diferentes pero reales mundos, que vive la sociedad dominicana hay que buscarle fórmulas de sintonía urgente a fin de que puedan continuar viviendo en paz y armonía. Hay que evitar que continúe el progreso desmedido, limitado a áreas que a su vez constituyen pequeños bolsones de progreso en medio de un desierto inmenso de pobreza y atraso, que no solo crean desmedidas diferencias, sino irritación ya con ciertos indicios de rebeldía.

La continuación de un crecimiento acelerado que sólo favorece a ese pequeño grupo social privilegiado que inteligentemente suma voces y silencia voluntades, mientras por otro lado continúa el crecimiento acelerado de la pobreza, la marginalidad, la insalubridad y la criminalidad, debería representar el gran reto para los que viven en el medio, ofreciendo fórmulas de entendimientos y agendas consensuadas.

Pero más que ellos, los que deberían actuar con más vigor y responsabilidad son los representantes de las organizaciones que agrupan a los ciudadanos en las diferentes esferas y sobre todo los partidos políticos que son los que representan la vía para llegar al poder y ejercerlo.

Ya no es un problema de discurso o de agenda, se trata de una realidad palpable que se incrementa cada día y que no deja de preocupar e incluso asustar a muchos que tienen que convivir con esos mundos ignorados o soslayados por la cúpula encerrada en ingresos privilegiados, avenidas, mansiones, apartamentos de lujo, que constituye el pequeño mundo que progresa y avanza, mientras los de atrás, los de la periferia, los de la orilla, los del medio sólo ven el progreso de ese grupo y escuchan de sus adelantos en medio del desaliento.

No es por problemas políticos coyunturales como algunos insinúan que cada día aumentan las voces clamando reajuste salarial, solución de los problemas de salud, mayor atención a los caminos vecinales, detener el ritmo de los apagones desmedidos y sin control, aumento de las cosas que la gente come o utiliza, mayor atención a la educación, oportunidades de trabajo, detener la ola de criminalidad que ya no tiene áreas exclusivas, etc.

No es el proceso electoral adelantado el que ha caldeado el ambiente e incita a los ciudadanos a manifestar sus disgustos. La verdad es que los otros mundos de la realidad ignorada, que son aprovechados para subir al poder e ignorados luego que se realizan las alianzas o maridajes con el statu quo, están dando signos de que respiran, viven y se sienten.

Ojalá que esos mundos desconocidos o ignorados por los que viven la ilusión de su propio mundo, engordados por las bondades especiales de las esferas gobernantes, no despierten cualquier día abruptamente de una pesadilla que los lleve a abandonar el letargo en que se encuentran.

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