El mundo seguro que prometió Bush

El mundo seguro que prometió Bush

LUIS R. SANTOS
Cuando en año 2001 Estados Unidos decide invadir a Afganistán, tras los brutales ataques terroristas del Once de Septiembre de ese año, el mundo no protestó por aquella acción. Se entendió que Estados Unidos estaba en la obligación de reaccionar ante esta masacre, y más cuando se tenían datos concretos que señalaban al grupo Al Qaeda como los autores intelectuales y materiales de este horrendo episodio.

Se sabía además que el régimen Talibán servía de protector, promotor y socio de los terroristas.

En la ocasión se dijo que a partir de ese día el mundo ya no sería igual, que estábamos ante un importante hito en la historia de la humanidad. Y tenían mucha razón quienes sostenían ese argumento.

Una de las consecuencias más fatales de los ataques terroristas del Once de Septiembre ha resultado la invasión a Irak por parte de una coalición encabezada por Estados Unidos, y que en su momento fue respaldada por naciones como España, y que todavía sigue siendo apoyada por el principal socio político de EU, Inglaterra. Los argumentos esgrimidos por Bush para invadir a Irak se basaban en las armas de destrucción masivas que desarrollaba y escondía Saddam Hussein. El tiempo demostró que las armas de destrucción masivas sólo existían en la cabeza del presidente Bush y su equipo.

Bush argumentaba que a partir del derrocamiento de Saddam el mundo sería más seguro, que los terroristas serían derrotados con mayor rapidez y facilidad, porque Hussein también era un padrino del terrorismo. Sin embargo, vemos que pasa el tiempo y la situación es totalmente opuesta a lo prometido por Bush y sus socios.

Primero, Irak es hoy una verdadera sucursal del más terrible de los infiernos, en donde la noticia cotidiana es la muerte de muchos iraquíes e incluso de soldados norteamericanos. Vemos con horror cómo los mismos iraquíes asesinan en salvajes atentados a sus hermanos, por el hecho de alistarse en la policía o por colaborar con un régimen soportado por las tropas extranjeras.

Hoy Irak es una daga que atraviesa el corazón de la humanidad y no se vislumbran posibilidades de que este sangriento conflicto llegue a su fin y de que la democracia que vende Bush sea una realidad en ese país.

Cuando Bush hablaba de un mundo más seguro tras la invasión a Irak, aún no se había producido el ataque del once de marzo de 2003 al sistema de trenes de Madrid en donde murieron cientos de ciudadanos y miles sufrieron heridas. Pero este ataque no solo dejaría una secuela de muerte y destrucción material, sino que cambió el rumbo del proceso político en España. El Partido Popular, que con su líder Aznar había apoyado la invasión a Irak, fue derrotado en las elecciones generales de ese año, a pesar de que su triunfo se daba como un hecho consumado.

Nuevamente ese mundo seguro del que nos habla Bush se ve golpeado por el terrorismo. Ahora le ha tocado a Londres, ahora se ha consumado una amenaza que los ingleses sentían que se balanceaba sobre sus cabezas. Unas amenazas surgidas tras el protagonismo de Inglaterra y su líder Tony Blair tras la invasión a Irak.

Visto el rumbo que han tomado los acontecimientos, muchos se preguntan cuáles han sido los beneficios de esa cruzada emprendida por los jefes del gobierno de los Estados Unidos. Y muchos también se responden que ha sido una de esas acciones descabelladas que los poderosos emprenden con ciertas excusas, pero que en el fondo sólo ocultan intereses particulares, económicos, sobre todo, y que ponen de manifiesto, una vez más, que la ciencia y la tecnología no sirven de mucho a los líderes en cuyos hombros descansa la responsabilidad de construir un mundo mejor, con menos injusticias, con menos tiranos, con menos intolerancia, con menos guerras.

Ese mundo seguro que Bush le vendió muy bien a los estadounidenses, que lo reeligieron a pesar de los pesares, no acaba de cuajar, y dudamos de que cuaje: ahora y siempre, la violencia solo engendra violencia. Y a pesar del hipócrita optimismo de Bush, vivimos en mundo más sangriento e inseguro que antes de la aventura de Irak, que lo único positivo que ha tenido es haberle quitado la careta a uno de los hombres más indignos que puede parir pueblo alguno, Saddam Hussein.

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