El muro del apartheid

El muro del apartheid

La historia parece ser, definitivamente, cíclica. Fenómenos políticos, económicos y sociales de una época y lugar determinados se repiten en otros momentos y espacios, con consecuencias de menor o mayor magnitud que las ocasionadas la primera vez que ocurrieron dichos fenómenos.

Finalizada la segunda guerra mundial, la ocupación cuatripartita de la capital del Reich separó a Berlín en dos, una zona occidental, controlada por Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña y otra oriental controlada por la antigua Unión Soviética. Luego de varios años de emigración acelerada de alemanes residentes en Berlín oriental hacia la zona occidental de la ciudad, provocada por las mejores condiciones de vida que ésta ofrecía y las faltas de libertades impuestas por el régimen ruso, el Premier Kruschev optó, en 1961, por una solución que después se convertiría en el principal símbolo de la guerra fría: la construcción de un muro que separaba ambas zonas de la ciudad y aislaba completamente a Berlín oriental.

Este muro de 5 metros de alto, coronado con alambre de púas y vigilado por torres de vigilancia y ametralladoras, se extendió a lo largo de 120 kilómetros, y en sus 38 años de existencia se cobró 191 vidas de hombres, mujeres, niños y envejecientes que intentaron burlarlo, sin contar el indeterminado número de personas que fueron capturadas y posteriormente torturadas y/o asesinadas.

Cuarenta y tres años después de construido el muro de Berlín y quince luego de su derrumbe, el Estado de Israel, olvidándose del horror que sufrieron millones de judíos europeos cuando la Alemania nazi los aglutinó en ghettos amurallados en varios países, continúa en sus afanes de levantar un muro de unos 8 metros de altura y 350 kilómetros de longitud en zonas próximas y contiguas a núcleos urbanos palestinos, a los fines de “protegerse”, según ellos, de los extremistas suicidas palestinos.

De su lado, los palestinos advierten que la creación de un estado independiente, prevista en el plan de paz u hoja de ruta que auspician Estados Unidos, Rusia, la Unión Europea, la ONU, entre otros, no será viable si sus territorios no conservan cierta integridad, o si no se respetan las fronteras establecidas antes de la guerra de los siete días de 1967 en la cual Israel le arrebató a los árabes muchos territorios que hoy ocupan, incluyendo Cisjordania, localizada al oeste del río Jordán, la capital religiosa Jerusalén y la franja de Gaza.

A pesar de que luego de los acuerdos de paz firmados en Oslo en 1993, Israel cedió el cuarenta y dos por ciento de Cisjordania a la Autoridad Nacional Palestina, bajo la condición de mantener el control de la seguridad a los fines de proteger a los 250 mil colonos judíos que comparten el territorio con dos millones de árabes, desde el estallido de la segunda intifada (insurgencia popular contra la ocupación israelí), en septiembre del 2000, Israel ha recapturado buena parte de los territorios cedidos, separando localidades palestinas total o parcialmente de sus tierras de cultivo a través de este muro que inició a construir en junio del 2002.

Parece ser que el objetivo final del muro es rodear completamente toda Cisjordania, por lo que resulta difícil imaginar un futuro con dos estados, tan diferentes, que se acepten mutuamente, en el cual uno ha divido y separado unilateralmente los territorios del otro de una manera ilegal y hasta criminal.

El muro de Israel es una forma de anexión progresiva de los territorios palestinos. No es otra cosa que una forma de apartheid con las consecuencias legales internacionales que se derivan del «Convenio del Apartheid» auspiciado por la Naciones Unidas.

El muro de Israel se convertirá, en caso de que la comunidad internacional lo permita, en el elemento clave para el aislamiento y posterior control de toda la población que habita dentro de sus fronteras, y en un agravamiento del conflicto milenario que vive la región.

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