El Museo de Arte Moderno emprende una
labor editorial

El Museo de Arte Moderno emprende una <BR>labor editorial

MARIANNE DE TOLENTINO
Desde su fundación el Museo de Arte Moderno ha sido generalmente muy parco en publicaciones, faltando allí un departamento editorial. Algunas de las Direcciones que se sucedieron mostraron interés al respecto, aunque nunca fue una producción suficiente y digna de un “museo-museo”. No sin razón se ha argumentado la carencia presupuestal, pero tampoco se consideró una prioridad. Se ha preferido la celebración de eventos a sus huellas perennes… Una concepción discutible sino equivocada, que, un día, debía cambiar.

Parece que la actual directora del MAM, María Elena Ditrén, va a modificar esa objetable tradición, con un notable empeño en editar catálogos y portafolios gráficos. Las primeras realizaciones lo demuestran, y aplaudimos esa decisión, obviamente firme, convincente y prometedora.

El Catálogo de la XXIII Bienal

Las  últimas bienales, nacionales y del Caribe, no tuvieron catálogo, o ese no llegó a difundirse, o dio más pena que alegría. En pocas palabras, no ha habido un documento presentable, que mostrara el nivel y las características de eventos cruciales para la historia del arte dominicano.

La XXIII Bienal Nacional de Artes Visuales por el contrario ha sido dotada de un catálogo que ofrece una información muy completa sobre todos los aspectos de su desarrollo, y los resultados obtenidos. Permite a cualquier interesado evaluar lo que se hizo y el momento del arte dominicano, con sus aciertos y sus problemas. Más aun, la publicación supera un simple catálogo de bienal y tiene una dimensión epocal respecto al arte del país, hasta mayor que la propia Bienal.

Es en nuestra opinión el mejor catálogo que se ha realizado en el contexto de todas las bienales nacionales desde su fundación. Que haya salido tarde no tiene la menor importancia, pudo así corregirse y culminar en un gran documento.

Bien concebido en su ordenamiento, coordinado por el Centro Cultural Cariforo y diseñado por Valdivia Publicidad, el volumen aúna cualidades de forma y de fondo. La maquetación de Augusto Valdivia es clara, sencilla, agradable, con un uso del color muy correcto, y se pone –como las buenas museografías– al servicio del mejor lucimiento de las obras. Es algo excepcional, evitando el narcisismo gráfico y también la frecuente mediocridad de las publicaciones oficiales. El trabajo de impresión de Amigo del Hogar es muy bueno como de costumbre. Las fotografías de Gerardo Suárez –que incluyen ocasionalmente detalles– contribuyen evidentemente mucho a esa excelencia visual.

Creemos que por primera vez, aparte de las presentaciones oficiales –por cierto de gran calidad–, hay una serie de textos, que no se exceden en extensión y dan una información sustanciosa, acerca de esta Bienal y de las precedentes. No solamente se trata de comentarios lógicamente positivos de especialistas –que han colaborado con la Bienal–, sino valorativos como los aportes de dos miembros internacionales del Jurado.

El Catálogo de la XXIII Bienal de Artes Visuales debe figurar en las bibliotecas de arte, públicas y privadas. Ojalá se difunda en el exterior, como un testimonio de seriedad y de conciencia profesional. Felicitamos sinceramente al Museo de Arte Moderno y a su directora, María Elena Ditrén, que ha demostrado constantemente un particular interés en ese logro editorial.

 Los grabados de Ramón Oviedo

Una de las conclusiones que resultan de la consulta del Catálogo de la Bienal es la pobreza, casi la ausencia de la obra gráfica dominicana. La crisis del grabado se va agravando al filo de los años. Las razones se conocen, sobresaliendo la ausencia de mercado y la curiosa ignorancia de un público que no ha captado la seducción y la índole creativa de la verdadera estampa original. Infortunadamente nuestros artistas gráficos sobresalientes se han alejado del género, y de parte de las nuevas generaciones el relevo no está asegurado.

Por tanto, la iniciativa del Museo de Arte Moderno, de producir carpetas de grabados, con todos los requisitos manuales y personales merece los mayores elogios. Haber confiado la tarea de orientación, supervisión y producción a Miki Vicioso, un auténtico maestro, incluyendo teoría y enseñanza del grabado, en todos sus ingredientes, fases y modalidades, fortalece el reconocimiento a esa acción en favor del resurgimiento necesario de la gráfica nacional.

Que se sitúe esa iniciativa, solicitando la participación de los grandes de la plástica, es algo incuestionable. Muchos de nuestros consagrados, en el transcurso de sus éxitos profesionales, no han incursionado, en el campo de la estampa, más allá de la serigrafía, instrumentada indirectamente por un experto en la materia, y limitándose ellos al boceto original y a la aprobación y firma de la tirada.

Ramón Oviedo encabeza esa brillante y nueva actividad del Museo de Arte Moderno. Pronto se lanzarán 50 ejemplares –óptima cantidad para esa clase de edición– de 25 grabados en metal, en aguafuerte cada uno. Reiteramos que Miki Vicioso es el experto, idóneo para esa encomienda, no sólo por el dominio total del proceso y cualidades pedagógicas, sino porque respeta profundamente a las generaciones anteriores, a sus talentos y sus temperamentos.

Ramón Oviedo, pese a haber laborado durante décadas en artes publicitarias –uno de los grabados con una bailarina nos recuerda a uno de sus afiches– nunca había practicado el grabado en metal. Obviamente él tiene todas las cualidades para ese medio, así un dibujo de virtuoso, un control de los movimientos y presiones de la mano, una pasión por la línea.

Un portafolio ya listo y varias pruebas de estado nos enseñaron cómo Ramón Oviedo se expresa a través de un trazo puro, neto y voluble. Miki Vicioso eligió para él, el lenguaje fundamental del agua-fuerte, de técnica lineal clásica, en blanco y negro. Observamos un dinamismo sorprendente en el manejo de la línea, Ramón dibuja sobre la placa de cobre con el entusiasmo y la sabiduría que tanto apreciamos en sus dibujos sobre papel.

Es evidente que, para esa primera carpeta, él disfrutó tratando varios sujetos de la condición humana, dejándose llevar por la inspiración y el descubrimiento de un medio de expresión en consonancia con su sensibilidad y habilidad extrema. Notamos que Ramón Oviedo, hoy entregado a un expresionismo neo-abstracto y a vastos formatos, se siente todavía cómodo en muy pequeñas dimensiones y en la figuración más pura, que, nada más que con un trazo voluble, transmite movimiento, volumen, atmósfera… y destreza caligráfica. El proceso de impresión, a cargo de Miki, lo exalta, con un júbilo compartido entre ambos artistas.

Con la mayor curiosidad, esperamos los próximos grabados de Ramón Oviedo –que probablemente continuará esta experiencia–, y dedicamos un aplauso a Miki Vicioso, mentor en estos oficios, desde hace más de 25 años. El Museo de Arte Moderno está emprendiendo una labor editorial que corresponde a una institución de su clase e importancia.

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