El nacimiento de los ahorcados

El nacimiento de los ahorcados

LEILA ROLDÁN
La pequeña manita agarró rápidamente la Virgen María, vestida con un largo mantón azul, y la levantó hasta situarla frente a frente al trío de Reyes Magos que rodeaba al niño Jesús. Con fuerza la estrelló de cabeza contra cada una de las figuras hasta derribarlas y, en un movimiento veloz, alzó al pequeño niño, transportándolo por los aires, junto a la súper mujer de capa azul de su imaginación, hasta colocarlo a buen resguardo en la rama del árbol navideño que más esfuerzo le costó alcanzar.

«Mijo, ¿qué estás haciendo?» Le preguntó su mamá, con toda la sorpresa del mundo estampada en su cara. «Rescatando al bebé de los malos, que se lo quieren robar», respondió el hijo, con la naturalidad más espléndida y la sonrisa más generosa, mientras continuaba su juego con el nacimiento, concentrado en descifrar las funciones y los códigos de cada uno de sus componentes, los posibles explosivos en brazos de «los malos» y hasta la utilidad posterior del shinai o catana en poder de ese barbudo con cara de bueno que su mamá llamaba San José.

Días más tarde una tía entró de visita, y su reacción fue casi nerviosa ante la visión que le dio la bienvenida: de la parte más baja del árbol colgaban por el cuello, atados con hilo de coser a la extensión de luces, varios G I Joe, un Cobra, un Conan y otros héroes de acción sin nombre, fuertemente armados, con los pies rozando, casi, el musgo artificial que cubría el techo del pesebre. El sobrino hizo caso omiso a la pregunta inevitable, y la tía se conformó con apodar la escena como «el nacimiento de los ahorcados».

Posteriormente hicieron su aparición las Tortugas Ninja. Sobre la guajaca que rodeaba el Belén, la madre había dispuesto figuras de animales suficientes para escenificar el establo que, según la Biblia, había servido de primer refugio al niño Dios. El hijo completó el cuadro colocando alrededor las piezas de sus juegos que le parecieron ausentes: banderas, dinosaurios morados, barricadas, tanques de guerra y demás, y, cabalgando sobre vacas y camellos, Rafael, Michaelangelo, Leonardo y Donatello, las cuatro Tortugas Ninja adolescentes, con su verde rostro cubierto a medias con antifaces de colores.

Al llegar la nochebuena, todo el nacimiento se encontraba situado; dominado por la parte exterior con varios monstruos tenebrosos y dos gigantescos Robots, rojo y azul, (bautizados con los nombres de Pina y Vincho); a media distancia, un enorme batallón de Caballeros del Zodíaco junto a tres o cuatro de los protagonistas de la Guerra de las Galaxias; y finalmente al centro, muy cerca de los ahorcados, varios «hombres araña» de distintos tamaños descansaban sobre un vehículo de un mutante X-Men.

La madre no tuvo corazón para desarmar aquel mundo fabuloso de poderes extraordinarios y valerosas acciones de rescate y liberación en bien de la humanidad. El niño Jesús tuvo que pasar la víspera de su nacimiento acurrucado sobre un falso tallo de pino, bien escondido tras una bola de metal. Y por esa vez, la súper heroica raza de los transformers se alió a las bestias, la infantería, los insectos y los mutantes para esperar, en guardia, la sigilosa llegada de Santa Claus.

Por cierto, «Santa», que no es ningún quinceañero y ya tiene panza, tuvo que realizar silenciosas contorsiones la noche de navidad, tratando de ubicar los regalos en medio de tal instalación. Y casi se mata al resbalar con un diminuto Jedi, que se había deslizado estratégicamente fuera del infantil montaje.

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