El nacimiento y las mil formas de morir

El nacimiento y las mil formas de morir

Sergio Sarita Valdez

Las formas más simples de especies vivientes están representadas por virus y bacterias. Han resuelto el problema de la inmortalidad mediante una simple multiplicación y división. Los animales multicelulares como las aves y los mamíferos consiguen perpetuarse a través de sus órganos reproductores. El Homo sapiens no se conforma con multiplicarse pasando sus características biológicas durante la copulación del óvulo femenino con el espermatozoide masculino, sino que insiste en eternizarse como ente social y animal. Es mucha la gente que vive en el autoengaño, es decir que ve la mortalidad en todo su alrededor menos en el centro donde mora inmune al fatal designio natural. Lo verdaderamente inteligente sería conseguir llenar el espacio vital que nos corresponde a cada uno en una sana convivencia fisiológica personal, social, emocional, psicológica y ambiental.

Pensemos lo compleja de la maquinaria orgánica humana. Venimos de una estructuración física de la energía conformados en partículas subatómicas que constituyen átomos y moléculas para luego constituir el ente químico, seguido del biológico con células, tejidos, órganos, aparatos y sistemas que constituyen el organismo humano. Son infinitos los puntos vulnerables a través de los cuales puede iniciarse una cadena de eventos dañinos que desembocan en la muerte del ser. Cada día entendemos en mayor profundidad la complejidad del fenómeno salud-enfermedad. Mediante el conocimiento científico distinguimos lo sano de lo enfermo en términos estructurales y funcional. La nanotecnología permite visualizar en tiempo real el movimiento molecular de la función cerebral, cardíaca, renal, hepática y sanguínea, por citar algunas de las más importantes. Conocemos enfermedades moleculares como es el caso de la anemia falciforme con ensayos genéticos para su terapia. Varios estados de demencia son detectados por estudios de imágenes y en algunos trastornos cardíacos congénitos se conocen distintos patrones de herencia. El uso común y diverso de las estadísticas nos permiten distinguir grupos poblacionales con características particulares que los hacen vulnerables a ciertos males que son raros o inexistentes en otras latitudes o razas. El concepto de salud-enfermedad requiere de nuevas definiciones acorde con la realidad de un mundo en cambio rápido y continuo. Hoy no es ayer y mañana ya es presente. Lo obsoleto aparece muy cercano a lo nuevo, el cambio es la constante y su ritmo se sigue acelerando. Tal como anunciaba en la década del pasado siglo XX, el narrador de crónica de “El suceso de hoy’, Manuel Antonio Rodríguez, alias Rodriguito: “La vida no se detiene, prosigue su agitado curso”. Por supuesto que éste último se refería a la vida social puesto que sus personajes morían en hechos violentos.

Son decenas de miles las enfermedades que pueden desencadenar en el fallecimiento de una persona. También varían los mecanismos a través de los cuales deja de funcionar el cerebro en última instancia, generalmente precedido por una falla cardiorespiratoria, las infecciones, la malnutrición, las intoxicaciones, el trauma, las asfixias, la contaminación ambiental, el estrés y los efectos humanos del cambio climáticos son parte de los ingredientes físicos, químicos, sociales, biológicos y ambientales del arcoiris global que pone fin a nuestra vida terrestre.

¡Nacemos por vía natural o por cesárea; morimos de mil y una manera!

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