La sociedad dominicana tiene pendiente un problema muy serio: el control de las cárceles de parte de las autoridades. No hay que gastar tinta para probar la falta de controles en nuestras cárceles. Las evidencias brotan por doquiera, las más claras de las cuales son los resultados de los allanamientos que de cuando en cuando se hacen en los territorios de los prisioneros.

Las cárceles dominicanas han estado con un control mínimo desde hace muchos años, pero esta falta de autoridad se ha desbordado desde el ingreso de grandes cantidades de privados de libertad vinculados al narcotráfico y su correlato el sicariato. Estos narcoprisioneros suelen conquistar con dinero y prebendas a responsables de la autoridad en las cárceles. Son generosos, dadivosos.

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Entonces, la autoridad se quiebra.

Hace unos años, los medios y los responsables de las cárceles hablaban del hacinamiento, la falta de alimentación adecuada y las enfermedades como las grandes preocupaciones del sistema carcelario. Aunque esas tres carencias persisten, la preocupación por ellas han pasado a un segundo plano.

El tema ahora es la capacidad que los narcopresos tienen para, desde sus celdas, continuar con sus negocios, amenazar, manejarse con sicarios, disponer secuestros y quién sabe cuántas cosas más. Y, por supuesto, mantienen el dominio de los recintos carcelarios. Por supuesto, esas acciones son posibles por una connivencia con autoridades.

Este es un problema serio, muy serio, al que urge buscarle una respuesta adecuada que contribuya a la paz social y a la disminución de la violencia en nuestras calles. Las autoridades tienen que retomar el control de las cárceles.