El neoantihaitianismo

El neoantihaitianismo

MARÍA ELENA MUÑOZ
A mediados de la 2da. década del pasado siglo XX, el neocolonialismo norteamericano frenado en el desarrollo de su fase expansiva por las dificultades que en varios órdenes creaba la 1ra. Guerra Mundial, especialmente en el marco del intercambio comercial, decide abastecerse en el ámbito de su zona de influencia, de  los productos de primera necesidad que escaseaban en el mercado interno Entre estos, se destacaba por su acuciante demanda el azúcar de remolacha que se importaba directamente de Rusia y Polonia, países del este europeo, involucrados en la citada Apocalipsis global.  

En este contexto, urgidos por tales expectativas económicas, incluidos otros factores de carácter geopolítico, y provistos del pretexto de la satisfacción de las acreencias que Haití y República Dominicana tenían contraídos con ellos; es que los EUA, deciden intervenir a estos dos países de la región caribeña en 1915 y 1916, respectivamente.

Amparados en el precedente de un Haití colonial eminentemente productivo especialmente en las enormes y florecientes plantaciones azucareras en el marco de la dominación francesa; los norteamericanos intentaron en primera instancia, instalar allí, el enclave del dulce. Proyecto que rápidamente se desvaneció en el aire, en función de las duras realidades del desarrollo histórico de aquel país, cuyos recursos naturales entre otros, habían sucumbido a la larga y voraz sobre explotación colonial, tributarios de la cual quedaban allí como testimonios irrefutables, una tierra estéril hasta para la esperanza, andamiaje de aquel paisaje brutal e irremediablemente devastado. 

Sin embargo, el gobierno de ocupación no se desanimó por el fracaso de su proyecto en el oeste. Rápidamente reaccionó trasladando la intervención al este de la isla, donde los enormes y verdes latifundios potencialmente vírgenes y por ende productivos porque no fueron mancillados por la acción colonial metropolitana, en función del subdesarrollo español; era el lugar mas idóneo para que la caña de azúcar creciera silvestre como las reses dispersas en la llanura. Pero aquí el problema era otro: los dominicanos no tenían tradición de cortar caña. Incluso habían importado braceros de las islas cercanas, los llamados ‘cocolos’ para trabajar en la industria azucarera moderna surgida en R.D. en 1879.

No obstante la solución se encontró  en el ámbito de los precedentes como el citado de los ‘cocolos’, el de la experiencia haitiana en el corte de la caña y también en el de la economía de la complementaridad entre países vecinos. Prontamente el Gobierno de Ocupación procedió a reclutar e importar braceros desde Haití, a través del mecanismo de la Ordenes Ejecutivas. Introduciéndolos por la frontera. Los primeros en llegar desde junio de 1919 penetraron por las Lajas, Comendador localidades de la Provincia de Azua (Ver las Memorias de la Secretaría de Agricultura y Migración, en el libro de mi autoría “Las Relaciones Domínico-Haitianas; Geopolítica y Migración”. En las mencionadas memorias se puede observar que cuando los norteamericanos llegaron aquí, no habían haitianos, pero ya para 1920, cuando la UASD hace el primer censo nacional, un año después que comenzó la importación de los braceos vecinos ya habían 30.000

De esa fecha hasta nuestros días dicho monto ha adquirido enormes proporciones en razón de que todos los gobiernos que han surgido después de la salida de las tropas yankees en 1924, han importado trabajadores vecinos. Además de que la llamada ‘amenaza haitiana’ de antaño ha sufrido cambios cualitativos, asumiendo incluso otra connotación y otras modalidades de penetración. Ahora se le conoce bajo la denominación  ‘invasión pacífica’ dada la masiva penetración legal o clandestina de jornaleros del oeste hacia el este, que son traídos ya no solo por instancias estatales, sino también privadas para trabajar tanto en el sector azucarero, como en otros de la actividad productiva nacional, tal la agroexportadora, la industria de la construcción, trabajos domésticos , etc..

Tales variantes han influido, hasta en el manejo utilitario del Prejuicio. Por ejemplo, la mayoría de nuestros gobernantes desde Trujillo hasta nuestros días ha acudido al antihaitianismo para consolidar el poder en varios sentidos y fines diversos. Entre otros, podemos señalar, el afán de reelegirse, o de crear una dictadura, ejercer un mayor control desembarazándose de sus enemigos o exorcizando los demonios que se desatan cuando asoma una crisis interna o externa, que lo amenaza. La estrategia consiste en crear una crisis dentro de otra. La primera desvía la atención de la segunda. En otras ocasiones la fija Con esta se aglutina alrededor del Presidente de turno, al pueblo, en nombre de un nacionalismo ‘amenazado’ por los vecinos, ya vengan del otro lado de la frontera o desde dentro. En este contexto, Trujillo y Balaguer constituyen los paradigmas por excelencia de este reciclaje permanente del antihaitianismo, tal como lo observaremos en otra entrega.

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