El niño de Río que no rio

El niño de Río que no rio

El rostro del niño sólo apareció un instante en la pantalla del televisor, se transmitía el juego de volibol entre China y Brasil. La intensidad del partido elevaba las emociones hasta más allá de arriba, más allá de más allá. La emoción y la tensión crecían entre uno y otro punto. Que empatan, que desempatan, que el punto es de China, que el punto es de Brasil, que el punto y aquel rostro inocente lleno de lágrimas que corrían por sus inocentes mejillas era una demostración de algo que constituye el punto más importante de la práctica de los deportes: saber que quien compite puede ganar y puede perder, que hay que estar preparado para “el éxtasis de la victoria y la agonía de la derrota”.
Quienes hemos sido deportistas sabemos que, en veces, en ocasiones, la victoria o la derrota dependen de una jugada que se ejecuta sobre el filo de la navaja, que se puede ir hacia un lado o hacia el otro, que hay mucho de albur en ganar o perder, aunque se trate de un deporte y de jugadas que hemos practicado cientos, miles de veces, combinaciones, jugadas, adelantos y aproximaciones. En fin…
El rostro acongojado de ese niño, enfocado y puesto en la pantalla durante un instante, me produjo un gran alivio y me permitió llegar a una conclusión a la que arribé desde la infancia: se juega para ganar, pero hay que saber que no siempre se gana, hay que tener el coraje y la vergüenza de saber que lo importante es competir y que las victorias se construyen, se fabrican, se planean y se practican tanto hasta que sus logros son el fruto de la constancia, de la perseverancia del tesón, de la voluntad, de la tozudez y que el único camino hacia el triunfo está en la práctica, en la perseverancia, en la fe, en la confianza de que si se practica se aprende y si se aprende hay un alto porcentaje de acercarse al logro, al fin de la competencia: ganarla.
El rostro de ese niño de Río, que lloró, que no rio, es una imagen que se repite y se repetirá mientras haya competencias deportivas.
Brasil ha obtenido menos de 30 medallas de oro en su participación en Juegos Olímpicos y nosotros hemos obtenido dos, eso, aunque tenemos 20 veces menos habitantes que los cariocas.
Nos quejamos de que no ganamos medallas en los JJOO de Brasil. Si continuamos sembrando en buen terreno, con buena semilla y cuidando los prospectos, acercaremos nuestros deseos a las victorias que aspiramos a tener, pero siempre tener conciencia de que, al igual que el niño de Río, no siempre se puede reír.

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