El No al acuerdo de paz o el sí al miedo

El No al acuerdo de paz o el sí al miedo

Sorpresivamente, con apenas 37% de cuerpo electoral de Colombia, una ligera mayoría votó a favor del No a los acuerdos de paz firmado entre el gobierno de ese país y las FARC. De esa manera, se produce otro de los ya muchos resultados electorales y/o de actos políticos, inesperados, incompresibles, desilusionantes que en los últimos tiempos se están produciendo en varios países del mundo. Son muchos los factores determinantes de esa circunstancia, pero la manipulación de la gente, el cinismo político, el individualismo y sobre todo el miedo, constituyen indudablemente las principales causas que los producen.
Sería simplista pensar que todos cuanto votaron por el Sí lo hicieron sólo azuzados por el miedo, pero es innegable que el uribismo y sectores del latifundio manipularon ese miedo para consolidar sus proyectos de dominio, agitando el fantasma de un inminente triunfo político de las FARC que las llevaría al poder; algo que ellos y las mismas FARC saben que no es posible, por lo menos a mediando plazo. En Medellín, el feudo de Uribe, el No obtuvo un 62%. Ganó también en sectores de la indiferente y cínica clase media de los grandes centros urbanos, a excepción de Bogotá; en los sectores más pobres y en los más ricos, donde generalmente el miedo cala con más fuerza. Pero, en las zonas más afectadas por la guerra y en los sectores de cierta formación ganó el Sí.
A pesar de que los partidarios del Sí insisten en que están de acuerdo con la paz, de que las FARC han actuado con sentido de responsabilidad al plantear que la palabra será su único instrumento de lucha y que el presidente Santos se haya comprometido a mantener el alto al fuego y las negociaciones, la victoria de Sí posterga la formalización de una paz que todos quieren y que todos saben que es ineluctable, prolongando una situación que crea incertidumbre en la sociedad colombiana, estrés colectivo e individual y un costo económico incalculable para el país. El hecho se agrava porque en todo proceso de transición de la guerra a la paz o de profundos conflictos políticos, la legitimidad y peso del liderazgo político es determinante, desafortunadamente no es el caso de Uribe, de Santos ni Timoshenko.
Es posible que estos dos últimos líderes subestimaron el peso de determinadas posiciones de quienes se decantaron por el Si, como por el No, y sin un claro plan B sometieron su proyecto de paz al veredicto de las urnas. Ahora les toca volver a la mesa de diálogo y encontrar una salida que refleje lo que dijeron las urnas: un virtual empate. Una tarea compleja, porque también hay que tomar en cuenta que el 63% del electorado fue indiferente a esas elecciones, un ejemplo de la generalizada profundidad de la crisis de la democracia.
Esa indiferencia, ese miedo, determinan el surgimiento de tantos demagogos populistas de derecha en Europa que amenazan con despedazarla, que en EEUU Trump electoralmente aun sea un peligro y que en muchos países se vote a mafias políticas, de todo signo, que se reciclan en el poder.

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