El nuevo estado de incredulidad en EU

El nuevo estado de incredulidad en EU

POR TODD S. PURDUM 
WASHINGTON.- La capital estadounidense era una extraña mezcla de película de espías y comedia la semana pasada. Las conferencias de prensa públicas elevaron el nivel de alarma, informes privados despertaron dudas y todas las respuestas parecieron plantear más preguntas. Se erigieron barricadas, la confianza bajó y la recriminaciones políticas cubrieron el escenario mientras altos funcionarios y ciudadanos promedio luchaban por hacer frente a una amenaza enloquecedoramente elusiva.

Quizá ningún momento desde el 11 de septiembre ha captado mejor una nueva realidad: Cuando la Era Terrorista se topa con la Era de la Información, resulta un Momento de Confusión. La más reciente elevación del yo-yo gubernamental amarillo-naranja de advertencias de terrorismo mostró en qué medida la incertidumbre y la sospecha se han convertido en constantes en la cultura política y cívica aquí; y cuánto más podrían empeorar las cosas antes de que mejoren.

«Hace apenas 10 años, básicamente se podía silenciar cualquier duda sobre algo diciendo: »Eso es un asunto de información de inteligencia y nunca lo discutimos»», dijo Michael D. McCurry, secretario de prensa de la Casa Blanca bajo el gobierno de Bill Clinton. «Ahora ya no ocurre, y parte de la razón es que la gente es demasiado escéptica de la información de inteligencia como consecuencia de las fallas de espionaje previas al 11 de septiembre y previas a la guerra de Irak».

Washington ha recorrido un largo camino desde el inicio de la Guerra Fría, cuando los llamados Hombres Sabios regían el círculo de política exterior e inspiraban una amplia confianza pública posteriormente hecha trizas por Vietnam. El mundo es más complicado. Las amenazas son más impalpables, la información se mueve a la velocidad de la luz, la demanda de revelación pública es apremiante y la confianza en las instituciones está desgastada.

Es evidente que casi tres años después de los ataques contra el World Trade Center y el Pentágono, se siguen improvisando nuevas reglas y respuestas institucionales.

«Estamos aprendiendo, pongalo de ese modo», dijo William H. Webster, ex director de la FBI y la CIA, quien es co-presidente del consejo asesor del Departamento de Seguridad Interior.

En la era posterior al 11 de septiembre, la idea de que lo que uno no conoce no puede herirlo parece tan rara como la ballesta y la catapulta. Pero cuando se trata de cómo debería el gobierno discutir y diseminar información sobre amenazas que los propios expertos están tratando de entender, también es evidente que lo que los ciudadanos saben puede herirlos, especialmente cuando la información que se les da los deja inseguros sobre qué hacer.

El domingo, el gobierno de George W. Bush recibió elogios por una advertencia mucho más precisa que las del pasado -limitada a instituciones de servicios financieros en Nueva York, Nueva Jersey y Washington- y luego provocó escepticismo cuando funcionarios judiciales hicieron saber posteriormente que mucha de la información que llevó a la alerta podría haber sido recién descubierta en Pakistán, pero tenía tres o cuatro años de antig_edad. Para el fin de la semana, se supo que un destacado agente de Al Qaeda en Gran Bretaña estaba bajo arresto. Se cree que dirigió la vigilancia que despertó temores de un nuevo ataque y las implicaciones de cualquier amenaza continua siguieron siendo poco claras.

«Para mí, esta semana fue la primera cristalización real del desafío al que realmente estamos teniendo que adaptarnos en el mundo posterior al 11/9», dijo Stephen Flynn, integrante del Consejo sobre Relaciones Exteriores y autor de «America the Vulnerable: How Our Government Is Failing to Protect Us From Terrorism» (Estados Unidos el Vulnerable: Cómo Nuestro Gobierno está Fracasando en Protegernos del Terrorismo). «Una cosa inmediata que puso en claro es que un enfoque que es impulsado por nuestra respuesta a las amenazas basadas en información de inteligencia que recibimos es muy frágil realmente, porque simplemente no tenemos acceso al tipo de información de inteligencia que necesitamos y queremos, y probablemente no lo haremos de 10 a 15 años».

En vez de plantear respuestas a amenazas que a menudo son vagas, dijo Flynn, la nación debiera mirar los potenciales blancos terroristas de la manera que los ingenieros ven la capacidad de un edificio a soportar el desastre, «y pensar en salvaguardas racionales» como mejores sistemas de registro en los aeropuertos o nuevos sistemas de ventilación para desactivar los ataques biológicos o químicos. «Al principio, vamos a vivir en este confuso estado intermedio», dijo.

Nadie sugiere que las respuestas vayan a ser fáciles, pero otras sociedades desde Irlanda del Norte hasta Israel han aprendido a adaptarse, aunque a amenazas más específicas y menos graves.

«Los israelíes se enfrentan cada día a atacantes suicidas, pero no emiten amenazas generalizadas», dijo el historiador Ronald Steel, quien enseña relaciones internacionales en la Universidad del Sur de California. «Esto simplemente se convierte en un hecho de la vida. El método elegido pra hacer frente a esto aquí parece inadecuado. Las advertencias no dicen qué se supone que debe uno hacer o dónde se supone que debe mirar. Es: »Tenga miedo, pero continúe con sus actividades». Si uno continúa con sus actividades, presumiblemente no tiene miedo. Se condiciona a los ratones manteniéndolos en un estado de terror constante. Si eso aquí es o no deliberado, no lo sabemos. No ha funcionado porque no ha habido algún acontecimiento que parezca justificarlo».

El Presidente Bush no ha vacilado en usar la poderosa imagen de los ataques del 11 de septiembre en su publicidad de campaña, pero sus colaboradores manifestaron consternación de que la advertencia elevada pudiera ser vista de alguna manera vinculada a la política de año electoral. Insistieron en que simplemente estaban compartiendo información que era asombrosamente específica, y que el público lo demanda, especialmente tras el informe de la comisión sobre el 11 de septiembre, el cual concluyó que tanto el gobierno de Clinton como el de Bush pasaron por alto años de indicios tentadores que podrían haber evitado el desastre.

Hubo una vez en que había menos escepticismo. «Los críticos quizá fustiguen a Truman por su incompetencia, o por sus compinches de Kansas City», dijo el historiador James Chace, profesor de Bard College. «Pero había confianza en el gobierno. Después de todo, acababamos de ganar la Segunda Guerra Mundial».

En el clímax de la crisis de los misiles cubanos, cuando John F. Kennedy envió al ex secretario de Estado Dean Acheson a informar al Presidente Charles de Gaulle de Francia, Acheson ofreció mostrar fotos de espionaje para apuntalar su caso. El usualmente demandante De Gaulle respondió: La palabra del presidente de Estados Unidos era lo bastante buena para él. Es difícil imaginar que los aliados más firmes de Bush fueran tan complacientes hoy en día.

Durante 50 años, la amenaza principal a la seguridad nacional fue la aniquilación nuclear a manos de un gobierno -la Unión Soviética- que se suponía era gobernado por actores racionales. Sí, había temor de lo subversivos en casa, pero eran vistos como títeres de potencias extranjeras, no actores independientes dispuestos a morir en ataques suicidas. Incluso una generación anterior de terroristas en las costas estadounidenses tuvo motivos políticos, y medios más pacíficos.

«En los días más benignos de los secuestros de aviones a Cuba, cuando todo eso significaba que alguien volaba gratis a La Habana y era regresado a Miami cortesía de Eastern Airlines, nos enfrentábamos a la cuestión de cuánto y a quién informar cuando teníamos una amenaza», recordó Webster. «Si era algo a amplia escala sobre bombas en aviones sin detalles, el consenso general era que no tenía valor real decir al público algo tan indefinido como eso».

Ahora, por supuesto, la amenaza está en el torrente sanguíneo de la nación, los secuestradores son mucho más creativos y las advertencias confidenciales de Washington a las autoridades locales rápidamente se vuelven públicas. Nadie puede decir cuánto tiempo durará el peligro, o cuándo puede hacerse sonar el aviso de que todo está bien.

«Pienso que el problema más difícil va a ser cómo combatiremos estos aumentos progresivos», dijo Webster. «¿Quién va a decir: »Bueno, han pasado cuatro años y no ha sucedido nada?» Una vez que uno ha decidido que tiene bases suficientes para pasar a un nivel elevado de seguridad, es muy difícil retroceder. Uno sabe que estas personas pueden tomarse mucho tiempo en su planeación y ejecución. Cuándo decir: »No pensamos que esto sea tan probable que suceda»».. AFP

Publicaciones Relacionadas

Más leídas