Ha causado alegría, satisfacción, sorpresa, preocupación, molestia y angustia, el nuevo mapa senatorial del Partido de la Liberación Dominicana y aliados, resultado de las elecciones del domingo 16. No es para menos; lo que debe causar es reflexión de todos los actores del quehacer nacional, sobre todo de la propia dirigencia y militancia del PLD.
Primero, porque le otorga una posición, sin precedentes en su historia política, que deberán de saber aprovechar y mantener. Segundo, porque deberán continuar un ejercicio de poder sustentado en esa voluntad del electorado, sin descartar la acción de la oposición, ahora inducida por el revés inesperado. Además, dedicarse a fortalecer una unidad amplia, diversa y plural, basada en la real voluntad política y compromiso con un proyecto de nación de quienes la conformen, partiendo de una sincerización del actual Bloque Progresista con alrededor de trece partidos y movimientos políticos, algunos todavía sin reconocimiento electoral pero con cierta incidencia y posicionamiento a considerar; otros que vieron bajar su posicionamiento ratificándose como fuerzas en desarrollo.
El desafío de la aplicación de la Constitución del 26 de enero de 2010, con importantes reformas, es otro punto de reflexión, e implicará un estricto monitoreo y control de las piezas congresuales de la función legislativa para evitar el retorno del hombre del maletín ya visiblemente desaparecido. Estas y otras variables se constituyen en retos, principalmente del PLD, para poder demostrar que el nuevo mapa no es una creación artística ni la unificación al azar de puntos de coordenadas en la geografía nacional.
Así deben entenderlo todos, en el poder y en la oposición, para que juntos contribuyamos con respeto, trabajo, verdaderos aportes, decencia, inteligencia, con la construcción del bienestar y la paz del pueblo. El nuevo mapa del PLD es territorialmente de todos y debe de manejarse teniendo en cuenta un sistema de partidos que crece y se bipolariza.