Ayer fue elegido el cardenal Jorge Mario Bergoglio, como nuevo Papa, cargo con el cual tiene la misión de dirigir el destino de la Iglesia Católica, de la que es sacerdote desde 1969, cuando se ordenó como miembro de la Compañía de Jesús, congregación religiosa masculina que fue fundada por Ignacio de Loyola en 1539.

La Compañía de Jesús tuvo un papel de suma importancia en el proceso de expansión de la Iglesia Católica durante la Reforma Protestante y fue aprobada por el Vaticano, en 1540, mediante la bula del Papa Paulo III.

Dentro de los conceptos que abraza la orden de los jesuitas están la obediencia absoluta, una misión clara a mayor gloria de Dios y una total despreocupación por los éxitos mundanos, conocidos como deseos vanos.

Además, la orden se propone difundir la fe católica a través de las misiones, el apostolado, la enseñanza y la ciencia.

Desde sus orígenes, los jesuitas se dedicaron a dirigir los centros de educación superior más importantes de Europa y prestaron servicios en países donde la religión católica era perseguida o prohibida.

Es el caso del sacerdote Francisco Javier, quien luego de su muerto fue declarado santo de la Iglesia Católica, por su misión en la India, Japón —hacia donde partió en 1549, cuando aún no había llegado ningún europeo— y China.

Los jesuitas, al igual que otras órdenes religiosas, realizan tres votos religiosos: pobreza, castidad y obediencia, además profesar un cuarto: obediencia al Papa, al que se unen así de una forma especial.

Un poco de historia. Los jesuitas fueron expulsados de Portugal (1559), de Francia (1764) y de todos los dominios del Rey de España Carlos III en 1767, debido a la Inquisición.

En 1773, la Compañía de Jesús fue suprimida por un edicto promulgado por el Papa Clemente XIV y restituida en todo el mundo en 1814 por el Papa Pío VII.

La Compañía de Jesús está integrada por 19 mil 126 jesuitas, según el último censo de 2007, por lo que es la orden religiosa masculina de la Iglesia Católica con el mayor número de miembros.