El nuevo presidente de la República Dominicana, Luis Abinader, se encuentra frente a una enorme encrucijada; paradójicamente esta encrucijada brinda una oportunidad para que el presidente manifieste su deseo de reformar el Estado dominicano; pero por otro lado, si sus acciones son débiles y con poca seriedad, Luis Abinader pasaría a la lista de los gobernantes incompetentes y licenciosos.
El presidente de nuestra nación se encuentra ante un cruce político. Es como estar en un laberinto de calles y avenidas que se interconectan con diferentes nombres; calles cargadas de engaños, fracasos, cancelaciones, pandemia; además, movimientos como la macha verde y los jóvenes que se desplazaron a la Plaza de la Bandera, ambos con un discurso contestatario y radical. Precisamente es en ese contexto sociopolítico que surge Luis Abinader, encarnando la rabia de un pueblo hastiado, desesperado y ahogado en la acumulación de falsas promesas. Ese descontento social fue la chispa para que el pueblo dominicano favoreciera en las urnas a Luis Abinader como presidente de la nación; pero al mismo tiempo, ese mismo pueblo le recuerda a Luis Abinader que él fue electo para producir cambios sustanciales, proteger los intereses del pueblo dominicano y para ser sensible ante una sociedad cansada, burlada y engañada por la mayoría del liderazgo político de la República Dominicana.
No hay que discernir, es obvio, Luis Abinader está frente a una disyuntiva política y existencial. Disyuntiva política porque está rodeado de personas que no tienen una visión clara del Estado; tampoco poseen una perspectiva sana del uso del poder; y disyuntiva existencial, porque el mismo Luis Abinader debería preguntarse, ¿para qué fui elegido como presidente de esta maltratada y explotada nación?, y ¿cuál es mi fin último como ser humano y servidor del Estado dominicano? Sí, así es, él debe autocuestionarse por encima de los paradigmas que nos han moldeado y nos han condicionado por generaciones, haciéndonos creer que ser presidente es ser jefe, tirano, corrupto, amante al dinero y aniquilador de nuestra democracia.
La encrucijada que enfrenta Luis Abinader es una realidad latente, desafiante e insoslayable; sin embargo, esta encrucijada representa al mismo tiempo una gran oportunidad para que el presidente electo pueda enfrentar y resolver el problema de la hipercorrupción en el Estado, el problema de la electricidad, los puntos de drogas en el país, la separación de los tres poderes del Estado, la inseguridad ciudadana, la impunidad, la tasa de desempleo, dar respuestas a las realidades del campesino y a los productores agrícolas,
castigar fuertemente la cleptocracia, proteger el medio ambiente, dar respuesta concreta, sería y sabia al problema fronterizo, proveer agua potable en toda la nación, etc…
La intención de este artículo no es poner carga al presidente del pueblo dominicano; la verdadera intención es recordarle al señor Luis Abinader que él fue elegido por el pueblo para administrar con justicia y equidad los bienes del pueblo, para hacer cumplir la ley y para modelar a toda una nación con su accionar en todas las áreas y funciones.
Si el presidente Luis Abinader, abraza y soluciona estos desafíos con seriedad, pasará a la historia y dejará un legado imborrable; de lo contrario, la enorme encrucijada lo succionará para luego insertarlo en la lista de los licenciosos y enemigos del Estado.