El nuevo triunfo de Chávez

El nuevo triunfo de Chávez

POR CÉSAR PÉREZ
El triunfo de Hugo Chávez, asediado y hostigado desde dentro y fuera de Venezuela, tiene un significado que trasciende los confines de ese país, mantiene vivas y pertinentes las encendidas discusiones que se desarrollan sobre este proceso en círculos políticos, académicos e intelectuales.

Este triunfo, además de ser un ejercicio de democracia nunca practicado por el núcleo duro de la oposición antichavista, constituye un estimulante rechazo a la prepotencia de los poderosos que pretenden ser los únicos con derecho de decidir quién y cómo dirigir una nación.

Otro aspecto importante de este triunfo, es que constituye una feliz solución práctica al problema de la soberanía en un contexto de intensa lucha de clases, a través del plebiscito, la forma más pura y directa de la democracia. Mediante este mecanismo, la gran mayoría del pueblo venezolano ha reconfirmado el mandado de un presidente, al cual la oposición dentro y fuera del país le atribuye actitudes y acciones antidemocráticas.

Sólo en las crónicas sobre la revolución bolchevique en la Rusia insurgente del 17, se puede encontrar un proceso de tan aguda, claramente tangible y definida lucha de clases, sin que con esto busque, ni remotamente, equiparar el proceso venezolano con esa revolución.  Las masas de las zonas urbanas y rurales más deprimidas de ese país han encontrado en Chávez el camino de una redención negada a través de toda su historia por los sectores que tradicionalmente han gobernado ese país mediante un sistema de partidos corrompidos y un grupo oligárquico de la industria y el comercio igualmente corrompido.

Sobre la naturaleza del proceso venezolano y sobre la naturaleza del poder que allí se ha establecido y que ha sido reconfirmado de manera plebiscitaria, se puede discutir. Pero, la agudeza de la lucha de clase que allí se escenifica y la pasión que existe entre los sectores enfrentados, dificulta necesario establecimiento de las características de ese poder, de sus defectos, de sus virtudes, de sus perspectivas y de la lección que del mismo puede extraerse para la acción futura, no sólo de quienes expresan su apoyo y simpatía del mismo, sino de sus opositores.

El proceso de cambio en ese país ha tenido la particularidad de que su protagonista quiso imponerlo por la fuerza y al fracasar lo hizo en el marco de unas reglas de juego de una  democracia, que, a pesar de sus lacras, le reconoció su triunfo.  Los sectores políticos, económicos y sociales dominantes en esa democracia, al ver el inicio de un proceso que los desplazaba definitivamente de las bases en que esencialmente descansa un poder del cual aún conservan una significativa cuota, también por la fuerza intentaron imponer sus intereses y fracasaron, al igual que Chávez lo intentaron con el voto, pero perdieron.

Se inicia ahora un nuevo proceso y por el momento la lucha política se plantea en otro escenario. El enfrentamiento entre los sectores que se disputaron el favor de la población, continúa y si la dirección del proceso no logra salir de esa lógica perversa de enfrentamientos e institucionaliza democráticamente el ejercicio del poder, podrían acentuarse las tendencias hacia la concentración y personificación del poder y, como consecuencia de esto, la generalización de la ineficiencia e ineficacia del proceso productivo, la burocratización y corrupción en la administración pública y la apatía de las masas hacia el proceso.

 Ya Chávez reconoce que las autoridades locales y otras instancias del poder no hacen su trabajo adecuadamente, esos son indicadores de la personificación del mandato, de la falta de mecanismos institucionales para que el proceso fluya de manera democrática, sin el peligroso y anestesiante protagonismo mesiánico de su máximo dirigente. Muchos de sus seguidores y él mismo tienden a echar a todos sus oponentes en el mismo saco y eso es un error, muchos de sus opositores por más radicales que sean, son gente de profunda sensibilidad social, de izquierda y con larga tradición de lucha por los pobres.

 La intensidad de la lucha de clases, conlleva a una sobredeterminación de la política que dificulta el momento de la administración de la cosa pública, por eso aún persisten de manera acentuada graves problemas sociales y grandes déficits de servicios claves, esos problemas sólo pueden ser resueltos mediante una institucionalización verdaderamente democrática de ese proceso y creándose espacios y formas de lucha política donde se expresen esos sectores progresistas que se oponen a Chávez, para de esa manera aislar las fuerzas del antiguo régimen.

El resonante triunfo del presidente, luego de someterse a la prueba del plebiscito, demuestra la legalidad y legitimidad del proceso que este encabeza y donde reside la soberanía de su pueblo, pero de ninguna manera puede decirse que es la coronación de un proceso que todavía tiene muchas lecciones que aprender y otras tantas que demostrar. Una lección que podemos extraer de muchos procesos de cambios que se han intentado en la historia, es que la legalidad y legitimidad son aspectos importantes de la democracia, pero no suficientes, porque que esta descansa es otros aspectos sustanciales.

Todavía está por demostrarse que es posible un cambio radical en una sociedad, no importa la vía por la cual se llegue a este, que distribuya socialmente los recursos, al mismo tiempo preservando otros aspectos sustanciales de la democracia: el respecto a la diversidad de opciones políticas organizadas o no, el derecho al trabajo con o sin carnet del partido de gobierno y la libertad de expresión escrita y oral.

Este nuevo triunfo de Chávez tendrá un impacto trascendente en nuestra región, en la medida en que pueda dar una solución definitiva al viejo problema teórico de la democracia: conjugar la justa distribución de los recursos, manteniendo los aspectos sustanciales de la libertad, algo que todavía no han entendido muchos de quienes los apoyan dentro y fuera de Venezuela.

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