El Ocaso de un Epónimo

El Ocaso de un Epónimo

A Danilo Medina le ha tocado gobernar en una época complicada. Y lo sabe. Tiene claro que sobre sus hombros pesa toda la insatisfacción que se deriva de las gestiones anteriores, que dicho sea de paso, han sido gestiones de su propio partido. Toda una deuda social creada y acumulada en los gobiernos del PLD junto a una deuda histórica que se viene arrastrando desde pocos más de 50 años, se suma a todos los desaciertos que este gobierno ha cometido.

Pero esto pudo ser diferente para Danilo Medina, ya que pudo cargar con cuestiones que se estuvieran divorciadas del pasado. Sin embargo, los principales errores de este gobierno se centran en el maridaje y el anclaje del danilismo a un proyecto de país que se ha erigido en contra de las mayorías nacionales. La no ruptura con el pasado y por el contrario el afán de esconderlo no sólo debajo de la alfombra sino de tratar de cambiarle el vestido para que parezca otra cosa, ha llevado al danilismo a cargar con la deuda social más grande que cualquier otro presidente haya tenido que soportar.

Como hemos dicho esto no lo exonera, sino que lo hace un responsable reforzado al demostrar con la no ruptura con el nefasto ayer, que es hechura de todo lo que este país necesita superar. Por eso, la responsabilidad de Danilo, que no es por omisión sino por comisión, nos coloca frente a un presidente irremediablemente destinado a ser condenado al olvido.

El danilismo no pudo convertirse en corriente, quizás llegó a tendencia; no sólo porque no tuvo la capacidad de crear una principiología que lo caracterizase, sino por la incapacidad de obrar de manera que pudiera de alguna forma dejar un rastro de sí en la historia. El danilismo optó por ser más de lo mismo, por asumirse como casta en dónde el propósito fundamental es el poder por el poder.

No pudo pasar de la imagen emotiva, bien capturada y articulada para despertar sensibilidades proyectada a través de la frívola propaganda, a la construcción de hechos que dieran lugar a la reconducción del proyecto de país que aquí se perdió hace mucho tiempo.

Creyó que apostando a la imagen podría sortear las condiciones objetivas que se configuran en una sociedad como la nuestra, en dónde cada vez más los niveles de crispación ciudadana ponen en entredicho la gobernabilidad democrática. El danilismoal parecer no sabe que baila en una época en donde el cúmulo de circunstancias simbolizadas en demandas y expresiones democráticas insatisfechas plantean la posibilidad real y cercana de crear en este país las condiciones para un momento de refundación institucional y democrática.

Y esos procesos son tan complicados como peligrosos, pues suelen configurarse como olas, como grandes olas que suelen llevarse y tragarse todo a su paso, principalmente y con especial énfasis, a esa clase política que los ha empujado hasta tal punto.

El danilismo, en tanto casta, ha reproducido y reeditado las prácticas más aviesas y malsanas de épocas del balaguerismo y el leonelato, que van desde ver el Estado desde una concepción eminentemente patrimonial, hasta no conforme con robarle al pueblo abiertamente, restringir los medios alternativos para expresar la inconformidad ciudadana por la forma en que están siendo gobernados. Danilo Medina es pues, sino el mejor, uno de los mejores hijos del pasado que hay que enterrar en este país.

El danilismo siempre tuvo vocación de fracaso: 1) porque es hechura del pasado y como hemos dicho a él se debe; 2) porqué nunca tuvo la intención de que todas las expresiones democráticas que se quedaron fueron en la construcción de nuestros sistema político se incorporan al debate y se convirtieran en políticas públicas que materializaran derechos fundamentales.

Este país está en el tren de los delirios y se dirige a la ciudad de la locura. Delante de nosotros no hay proyecto, sólo despropósito y demencia. Le toca nuevamente a este pueblo tomar las armas de la libertad y luchar no sólo por salvar la democracia sino de reconducirla hacia el camino que garantice el bienestar de todos. El ocaso del danilismo llegará más temprano que tarde, pues Danilo Medina es puro artificio, nada más, un producto creado al crisol del marketing político.

Es tarea de nosotros que dicho momento coincida con el renacer de una nueva República Dominicana. Podemos y lo haremos.

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