El ocaso del “todo incluido”

El ocaso del “todo incluido”

Cuando se puso en práctica en nuestro país la novedosa manera de incluir en el costo de la estadía en las grandes cadenas hoteleras la modalidad del paquete “todo incluido”, que comprende,  boleto aéreo con un gran descuento, pago de habitación con alimentación completa, bebidas variadas, transporte del aeropuerto hasta el hotel y viceversa y si el establecimiento tiene un casino, hasta una ficha señuelo para empezar a apostar. Con esas facilidades, se pensó que se había encontrado la solución perfecta para mantener las habitaciones hoteleras con un mínimo de 60% de ocupación, en detrimento del manejo clásico del negocio hotelero.

   Al principio, muchos viajeros que podían pagar el precio normal demandado por los hoteles de lujo sin rebaja alguna, se vieron beneficiados de pronto por esta nueva moda, que a su vez les permitía hacer ingentes ahorros en sus vacaciones.  Sin embargo, al acentuarse la crisis económica mundial, tanto en Europa como en los Estados Unidos de América, Canadá, Latinoamérica y el Caribe, hubo una separación entre excursión de lujo y agencias de tours operadores, que actualmente explotan el turismo constituido por obreros y familias de clase media, a los cuales -en la mayoría de los casos- les sale más barato un “paquete todo incluido”, que el vacacionar en su país de origen o inclusive el quedarse en sus casas, en donde tendrían que comprar sus alimentos, cocinar, enjuagar la vajilla, lavar y tender ropa de cama.  Además, el combustible del automóvil y de vez en cuando, tomarse unas copas en bares y cafeterías.

   ¿Cuál es el problema actual con el “todo incluido”?  Anteriormente, cuando el hotel no tenía esta modalidad, llegaban al país turistas de primera; es decir, vacacionistas que tenían recursos suficientes para pagarse, no sólo la habitación del hotel, sino las comidas diarias, bebidas y salidas a salas de fiestas.  Ahora, los trabajadores que no figuran en la clase que dirige la empresa donde laboran no pueden darse el lujo de tener que pagar separadamente todos los gastos conexos a su estadía en un lugar determinado y menos darse el lujo de comprar artículos para regalar a sus amigos y familiares.

Hemos comprobado, que el tipo de turista que nos visita actualmente viene con una ínfima provisión de efectivo y tarjetas de crédito que no les permiten, por su limitado monto de financiamiento, hacer compras que sobrepasen su tope.  Para muestra un botón.  En una ocasión, nosotros teníamos un pequeño hotelito en Playa Bonita en Las Terrenas, Samaná, cuando pasó un turista francés con mochila a la espalda y nos preguntó:  ¿Cree usted que me puedo quedar en ese hotelito por veinte dólares la noche?  Nuestra respuesta fue:  ¿De cuál lugar de Francia es usted?  De París, muy ufano contestó.  Entonces le contestamos:  Por esa suma de dinero, creemos que ni bajo los puentes de París podría quedarse a dormir al lado de los clochard.

Los tours operadores son los culpables en la mayoría de los casos de que sus clientes vengan desprovistos de dinero en efectivo, al decirles para convencerlos:  “Lleve la cantidad mínima de cuartos, ya que dentro del recinto del hotel no tendrá que utilizar efectivo al tener manutención, bebidas y diversión incluidas sin costo alguno”.

Creemos que los hoteles no han evaluado el costo que significa en temporada alta este tipo de huésped que viene condicionado a no abandonar el área asignada donde se aloja, ya que no hay seguridad efectiva fuera de la demarcación del hotel y que no sería de su responsabilidad si le ocurriese algún percance.  Llegará el momento en que los hoteles estarán abocados a realizar un estudio de factibilidad más profundo y se lamentarán tardíamente, cuando se convenzan que han estado realizando el negocio del “capa perro”.  

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