El oficio de maestro en la República Dominicana

El oficio de maestro en la República Dominicana

Jesus de la Rosa.

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¡Qué mundo éste el que nos ha tocado vivir! El estado de seguridad que disfrutábamos antes, hoy se ve amenazado por la violencia y por la degradación. Transitamos por un sinnúmero de nuevos conocimientos que se amplían y perfeccionan sin cesar, alimentados por la veloz carrera de la investigación científica y tecnológica y por las amplias posibilidades de la comunicación y de la informática. Afortunadamente, conscientes estamos de los beneficios que podrían derivarse de esas aparentes calamidades. Pareciera que ha llegado el momento propicio de establecer vínculos más eficaces entre los países industrializados y los países en vía de desarrollo. También, de revisar los modelos económicos, los mecanismos y los procedimientos utilizados hasta ahora para la fijación de políticas a escala regional y nacional. Urge el que encontremos nuevos remedios a los nuevos problemas de nuestra época. Como bien lo expresara un alto funcionario de la UNESCO: “Debemos tener el coraje de decirle a la juventud que las prerrogativas y certezas no forman ya parte del presente, que es en la incertidumbre en donde está la esperanza, al filo de las sombras y de las luces”
La reforma de los sistemas de instrucción pública aparece en todos los escenarios como clave motora de los grandes procesos creativos e innovadores. Sus programas suelen estar centrados en el tema de la capacitación permanente de los maestros en servicio. Pero, si el profesorado es clave para la calidad de la enseñanza, es preciso admitir también que no se puede mejorar la acción educativa sin conseguir al mismo tiempo mayores niveles de calidad en el funcionamiento de las escuelas. Desde esta perspectiva, las propuestas para mejorar la situación del profesorado deben basarse en enfoques contextuales e integrales, en los que se tengan en cuenta los factores que contribuyen a facilitar el trabajo de los docentes. Según Marchesi, “en el mismo sentido y de forma complementaria, la gran mayoría de las iniciativas que se plantean para mejorar la educación, no deben perder de vista su implicación para el fortalecimiento de la profesión docente”. En efecto, a principios del año 2015, el pasado ministro de Educación anunció que la dependencia se disponía a invertir miles de millones de pesos en la formación y capacitación de profesores distribuidos de la siguiente manera: 1390 millones, 618 mil pesos para financiar un programa de capacitación de maestros en servicio; 70 millones de pesos para el sostenimiento de un programa de acreditación del personal directivo de escuelas y liceos públicos; y 642 millones, 979 mil, 962 pesos para elevar los niveles de profesionalización de maestros en servicio a través de estudios de especialización y de postgrado. Ello indica que las autoridades de entonces tuvieron la intención de proporcionarles formación y titulación a los docentes que no disponían de ello, así como la de impulsar la acreditación de las universidades y de los institutos superiores que ofertaban la carrera de educación y otras afines. Pero, ¿lo hicieron? Aunque nuestra respuesta sea no, debemos de admitir que hoy disponemos de más profesionales de la enseñanza que antes. La aparición en nuestros medios de fuentes de información alternativas, básicamente de la Internet y de otros medios de comunicación, obligan al docente a extender su papel de transmisor de conocimientos hasta alcanzar la facilitación y la comprensión de los aprendizajes. Volveremos sobre el tema.

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