HAMLET HERMANN
El ambiente de las novelas sigue impactando al mundo. No es sólo El Código Da Vinci sino muchas obras literarias que muestran tanta apariencia de realidad que generan crédito a lo que podría ser sólo ficción. Es así como uno se entera de escritos que tienen como escenario la puesta en práctica de normas procesales semejantes a las aplicadas en Estados Unidos de América en las que se cambian sanciones por informaciones.
Cuenta el escrito sobre una persona que por confianza, por disciplina y por discreción convirtió su vida en un recipiente de secretos propios y ajenos. Fue así que el hombre que guardaba los secretos fue considerado como el informante más fiable. Conocía hasta la información que aliados y enemigos intercambiaban por los medios electrónicos. Llegaron a llamarlo El Oráculo y usaba los cinco sentidos para acumular datos que nadie más era capaz de recibir. Sus propios jefes empezaron a temerle porque sabía más de lo que debía. Sus pares lo despreciaban y los subalternos, además de temerle, lo envidiaban. En lo que todos coincidían era en que lo odiaban. Cada quien buscaba la forma de hacerle daño antes de que éste lo hiciera a los demás.
El ciclo de su reinado llegó a fin y, como medida de seguridad, se alejó por varios años del ambiente donde acumuló una forma de poder que no era otra cosa que el conocimiento de lo que perjudicaba a otros. Falsedades, mentiras, evasiones fiscales, fraudes bancarios, infidelidades matrimoniales, preferencias sexuales y cualquier cosa que estuviera penado por la moral o por las leyes había sido obtenido y colocado a buen recaudo por El Oráculo. El control de esa información era el seguro de vida de aquel que todo lo sabía. Sin embargo, las nostalgias del exilio se agudizaban. No era fácil haber pasado de centro de la atención a hostigado permanente por una extradición que podría colocarlo en una celda inmunda. Eso para no mencionar la probabilidad siempre presente de una agresión terminal de parte de aquellos a quienes podía perjudicar con sus secretos.
Pero la cura para sus nostalgias vino de donde menos lo esperaba. El aparente enemigo hizo contacto con El Oráculo y lo convenció de que podía obtener la tranquilidad y la libertad que tanto ansiaba, sin condena judicial que lo afectara. Tanta belleza parecía increíble pero el aislamiento y la desesperación provocada desempeñaron su rol como acicate para convencerlo. Sólo tenía que exponer ante un tribunal algunas de las informaciones que poseía. Eso sí, el secreto de esta operación tendría que mantenerse de manera absoluta. Ni familia ni amigos podían sospechar siquiera que se montaba un sainete trágico. Todo debía parecer real, sin importar los efectos circunstanciales. Fue así como decidió dejarse llevar de vuelta al lugar de origen. Viajó aparentemente solo, de manera pública, aunque con una sombrilla protectora invisible que lo protegía de males mayores. Los males menores persistirían pero esos serían los que darían signos de veracidad a la operación clandestina. Demostró ser capaz de actuar como el mejor Brando conocido. Fue el mismo personaje de siempre: rudo, despiadado, insolente y prepotente. Y todos creyeron, como en las mejores actuaciones de David Copperfield que lo que veían era la realidad.
Llegó el dilatado juicio y ante el tribunal volvió a convertirse en el añorado centro de atracción que muchas veces había sido en el pasado reciente. Y los fingidos ataques de quienes se suponían sus enemigos, entonces convertidos en aliados secretos, fueron orientándose hacia la inculpación de quien había dado al Oráculo el poder en época reciente. El aleteo de la mariposa se convirtió entonces en tsunami que arrasaría un liderazgo político al tiempo que exoneraba de las penas criminales a quienes habían aparentado ser sus enemigos irreconciliables. Sin deseos reales de defender al líder, los aliados partidarios continuaron comportándose como pirañas para asumir entonces la dirección vacante provocada por obra de la simulación.
Sin que muchos se dieran cuenta, el espectro político se reduciría entonces a lo que aparentaba ser un modelo de partido único. Tal pasaba a ser el nuevo paisaje provocado por una trama inteligente realizada por personas a quien muchos no suponían tanta creatividad. Los otros enjuiciados, defendidos por quienes habían trasladado al Oráculo, se beneficiarían con sanciones administrativas en cantidades cuantiosas. Cuantiosas sí, pero fáciles de pagar con el dinero acumulado por las manipulaciones consideradas por muchos como criminales.
Nadie duda que el ambiente de escritos interesantes como este seguirá impactando a los que disfrutan lecturas que, aunque ficticias, tienen gran parecido con la realidad.