Cuando el eco de nuestros pensamientos nos deprime es porque ha llegado la hora de callar. Si nos produce ira toca revisarse profundamente. Pero, ¿qué pasa cuando es lo que tenemos de frente lo que nos deprime y nos irrita? Llega la hora de actuar.
Así, depresiva e irritante, es la realidad que nos rodea. Ella hace que nuestro eco a veces se torne insoportable y que muchos decidan, ante la impotencia, guardar silencio y mirar hacia otra parte. Por años hemos actuado así. Vemos que las leyes se rompen sistemáticamente y, por la fuerza de la costumbre, validamos lo ilegal. A alguien se ocurrió actuar ahora y decir, a pesar de los pronósticos que hablan de derrota, que nadie está por encima de la ley.
Su actitud es enérgica. Gracias a ello, el general José Aníbal Sanz Jiminián se ha ganado la simpatía de muchos pero también el odio de todos esos nobles padres de familia que han convertido la ciudad de Santo Domingo en un infierno: los motoristas. Es increíble ver cómo ellos incumplen cada uno de los reglamentos y leyes que regulan el tránsito dominicano: no hay manera que respeten los colores de los semáforos, usen los cascos, lleven los documentos, transiten con prudencia son, en definitiva, como una lacra que a todos nos han hecho pasar malos momentos. Animándolo a que no se dé el lujo de recular, ya que las presiones serán demasiadas, es oportuno recordarle al general Sanz Jiminián que no sólo los motoristas tienen que ser puestos a raya: también los choferes de carros públicos y voladoras, así como al ciudadano común y corriente que entiende que las leyes están para los que somos más pendejos.