El orden público no es asunto de policía

El orden público no es asunto de policía

Nuestras democracias se sustentan mayormente en los valores tradicionales

Es un asunto muchísimo más complejo y complicado. No es meramente cuestión de buenas leyes. Ni siquiera de buenos jueces.

Lo fundamental es la voluntad ciudadana. Pero se requiere conocimiento y aceptación de las leyes, y de la posibilidad fáctica de obedecerlas. Weber explicó que un régimen u orden cualquiera solo es posible si los sujetos están en actitud de aceptarlo y obedecerlo.

Utilizó la palabra “legitimidad”, para significar dicha aceptación voluntaria.

Dicho orden social o sistema de autoridad puede basarse en la tradición, en la creencia de que las leyes y los gobernantes tienen el derecho de gobernar; O basarse en la creencia de que quienes mandan tienen una inspiración y una visión e impulso hacia el bien común, o sea, un don o carisma.

En cambio, según Weber, lo que sostiene el llamado orden democrático es que el gobernante y las leyes sean el producto del voto popular, libre y sin manipulación. Lo que a su vez descansa en la idea de que todos los ciudadanos son iguales, ante la ley; con iguales capacidades y voluntades de participar en el sistema de ordenamiento general.

Hay, desde luego, gobiernos y “democracias perversas”; en muchos sentidos, especialmente, porque la igualdad de oportunidad ni está siquiera en la intensión de los que lideran los procesos sociales.

Pero también, hay demasiados ciudadanos que ni siquiera se interesan en participar en la construcción se sus democracias. Demasiados ciudadanos no están en capacidad de hacerlo, debido a falta de formación e información, de conocimiento e interés respecto a los procedimientos constitutivos de los sistemas legales y de ordenamiento de la vida en común.

Muchas gentes prefieren que otros se tomen la molestia de ordenar y dirigir la sociedad porque prefieren consumir y cogerlo suave, y se autoanulan respecto de los procesos de construcción y mantenimiento del orden común.

Desde Roma y aún anteriormente, sectores de poder han procurado el adormecimiento y enajenación de las masas populares. El Negrito del Batey, es también un prototipo de nuestros sistemas políticos, particularmente motivado por las ofertas de vida fácil en este jardín tropical.

Nuestros políticos, por su parte, prefieren demasiado a menudo dedicarse al auto-servicio de “cuchara grande”. Organizar un partido disciplinado cuesta mucho esfuerzo y no paga en dólares, y ni siquiera en bonos de gratitud de las gentes.

Aunque no se reconoce propiamente, nuestras democracias se sustentan mayormente en los valores tradicionales, en el hecho de que más del 70% de nuestra población tiene temor de Dios y obedece mandamientos judeo-cristianos; y ama y respeta a sus familiares y a sus vecinos. Y tiene fuerte apego a su tierra y ama con orgullo su patria.

Es en ello en que se basa nuestro orden defectuoso orden social; también, en el temor a perder muchas cosas valiosas de nuestra cultura e identidad.

Todo orden social es un asunto mucho más de educación y de reforzamiento de los valores y de la disciplina. Empezando por el liderazgo de los políticos y de las elites económicas.

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