El orgasmo y el cerebro: una respuesta

El orgasmo y el cerebro: una respuesta

El pasado domingo, en esta columna, escribimos sobre dicho tema dando a conocer dos investigaciones de gran calidad científica sobre el orgasmo y de qué aéreas cerebrales participan en esta acción biológica, muy natural,  muy gratificante y por demás,  necesaria para la conservación de la especie. El tema fue de crítica inmediata y el lunes siguiente, 2 de septiembre el Sr. Héctor Galván escribió sobre mi artículo dominical y por ello deseo clarificar  conceptos de manera responsable ante mis amables lectores.

 A él  debo agradecer dos cosas: la primera es que está entre mis lectores y que se refiere a mí, como ¨un experto en asuntos  cerebrales¨. Lo segundo, es que desea mi ¨salvación¨ ante el Señor, al señalar: ¨El que se cree superior porque tenga muchos orgasmos desenfrenados, que rayan en lo erótico o pornográfico, en lugar de tener conciencia y poner a Dios y a Jesucristo en medio de todos, es probable que esté cavando su propia condenación. Si es el caso, es mejor que se arrepienta, pida perdón a Dios, y a su pareja, y que acepte a Jesucristo en su corazón para que alcance la salvación y la vida eterna¨.

Al parecer, se me mal interpretó, en ningún momento se trató de insinuar algo que esté divorciado de lo moral y lo ético, muy por el contrario estuvo el artículo muy apegado a la ciencia, de la que me vanaglorio de ser un cultor empedernido. Las ciencias puras tienen  códigos de ética muy estrictos, tal vez con más rigor que muchas religiones y grupos dogmáticos (ejemplos estamos viendo). Se refirió por igual a la lascivia, con juicios fuera del contexto, pues en ningún momento hicimos referencia a la calidad del acto sexual en sí mismo.

Simplemente citamos los investigadores que han demostrado que a mayores estímulos cerebrales más gratificantes respuestas, es una incontrovertible ley física. La lascivia, de acuerdo al diccionario de la Real Academia Española (RAE) es la propensión a los deleites carnales. Se trata del deseo sexual o la lujuria sin control. Lascivia implica la imposibilidad de controlar la libido, la que puede derivar en una obsesión. Las religiones, por tanto, condenan la lascivia y las conductas indebidas y pecaminosas. En ciencia, no puede haber lascivia, solo evidencias científicas  rigurosamente comprobadas.

En verdad los juicios de este lector me hicieron sentir como las ¨brujas de Salem¨, las que en la antigua colonia inglesa, hoy Estados Unidos, en el 1692, que  un  acto considerado ¨diabólico¨, fue enmendado con la ejecución de 25 personas la mayoría mujeres.  Recuerdo que en Londres disfruté en el  teatro Garrick,  de  Charing Cross Road, la versión teatral de esa reacción puritana y descabellada propia de la inquisición, de la autoría de  Arthur Miller.  Actitud  muy similar al confinamiento anticientífico padecido por Galileo y  los cambios y conflictos entre la ciencia y la religión en la Europa cristiana de los siglos XVI y XVII.

Defiendo el disentir, pero siempre sobre bases sustanciadas y no con apreciaciones. Cualquier concepto tiene una vertiente lógica y racional y otros aspectos cuestionables por otros, precisamente en eso consiste la dialéctica. Les digo que creo en Cristo, pero  el humano, el filósofo, el hombre, en aquel mártir del Gólgota, que predicó con el ejemplo. ¡Tengamos siempre sensatez!

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