El orgullo haitiano

El orgullo haitiano

Los soldados dominicanos entraron a Haití en una misión humanitaria convenida entre los dos gobiernos. Su tarea era custodiar la ayuda que el Gobierno dominicano envió a la nación vecina para mitigar la devastación ocasionada por el huracán Matthew. Para sectores haitianos hostiles a todo lo que huela a dominicano, la presencia de esos militares “ofendía” el orgullo de los haitianos y apelaron a sus influencias para que se les expulsara del país.
El incidente pone al desnudo la ambivalencia del orgullo de sectores de poder haitianos, que saltan al ruedo para repudiar un acto de buena voluntad de un Gobierno amigo, pero se hacen los chivos locos cuando su propio régimen convierte en apátridas a sus súbditos al no proveerlos de documentos de identidad. Por esa causa miles de ellos, que viven ilegalmente en territorio dominicano, han visto frustrados sus esfuerzos por acogerse al Plan de Regularización de Extranjeros del Gobierno dominicano.
Haití se ha convertido en un productor y exportador neto de apátridas, pero ese crimen de lesa humanidad lo han pasado por alto los defensores condicionados del orgullo haitiano. Los dominicanos debemos asimilar estas lecciones y manejar con más tacto nuestras relaciones con el vecino hasta en aquellos casos en que simplemente tratamos de arrimar el hombro.

Retroceso en el transporte

En julio de este año, el Gobierno anunció su propósito de invertir RD$1,000 millones en la modernización del transporte. Ese dinero forma parte del fondo generado por el impuesto de RD$2 aplicado desde 2012 a cada galón de gasolina. Pero no hemos visto ningún paso en ese sentido, aunque cada día aumenta el número de vehículos pequeños, en pésimas condiciones físicas y de funcionamiento, que incursionan en el “concho” sin ningún orden. La inversión anunciada tiene entre sus objetivos renovar la flotilla vehicular.
Al margen del Metro de Santo Domingo y el teleférico en construcción, lo que tenemos es un sistema de transporte regular de pasajeros con unidades pequeñas en franco retroceso, costoso por ineficiente y desordenado, que contrasta negativamente con nuestros avances en otros servicios.

 

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