El Oro en la Frontera Imperial (De Cristóbal Colón a Leonel Fernández)

El Oro en la Frontera Imperial (De Cristóbal Colón a Leonel Fernández)

Este título remeda una conocida obra de Juan Bosch, porque el oro  ha sido el principal objeto de  codicia y causa de muchas de las desventuras de esta tierra desde el Descubrimiento hasta nuestros días.

Sabemos que el Almirante de la Mar Oceana adquirió tras su desembarco sus primeras pepitas de oro dominicano intercambiándolas  a los pobladores autóctonos  por cuentas de vidrio y espejitos. Luego vendría a colonizar la isla imponiendo tributos en oro y sembrando el terror, la esclavitud y la muerte por doquier, hasta que la raza indígena fue exterminada.    En menos de un cuarto de siglo, la isla se quedó sin indígenas, sin oro aluvional y de superficie y sin otra cosa que iglesias y edificios públicos y residencias privadas.

Casi 480 años más tarde, el oro volvió a ser parte de la economía dominicana a través de la explotación por la Rosario Mining de la mina de Pueblo Viejo, en Cotuí, de los óxidos de esa veta aurífera, a cambio de empleos y bajos impuestos, la cual después de extraer el metal en condiciones ventajosas, la vendió al estado dominicano, sólo para que éste pagara los platos rotos, extrayendo “materiales intermedios” que generaron un terrible “pasivo ambiental”, particularmente en la “presa de Cola” que envenena  la cuenca del río Yuna y sus afluentes y la presa de Hatillo, la más grande del Caribe, con mercurio y otros contaminantes que atentan contra la viabilidad de la agricultura y la vida misma de los pobladores del más grande sistema hidrológico dominicano. Pero ahora el gobierno dominicano y el  “Congreso para el Progreso”  consuman un negocio que dejó pequeño al Gran Almirante: la entrega a la Barrick Gold de la explotación en esa zona de una mina con capacidad para extraer un millón de onzas de oro anuales, la mayor del continente, con un préstamo blando del BID, con el aval del Estado, que producirían a los precios actuales US$1,200 millones anuales, sin pagar impuestos ni dar participación por lo menos por seis años, hasta pagar el préstamo recibido, con facultad para explotar las arcas con mayor contenido aurífero, y devolverla “nacionalizada” cuando ésta tenga menos contenido o baje el precio del oro a niveles poco atractivos, y transfiriendo un pasivo ambiental que no solo será mucho mayor en mercurio, y también con acido sulfúrico que requerirá la nueva explotación.  Para colmo, la Barrick sólo asumirá el 50% de los gastos de capital de la superación de la “presa de cola” y solo si el gobierno pone la otra parte que ésta va a administrar.

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