El otro Amauri Germán

El otro Amauri Germán

CHIQUI VICIOSO
Saliendo para la clínica, con un familiar muy enfermo, me hizo señas una joven mujer. Por la prisa y sabiendo que no tenía cambio no me detuve a escucharla, pero ella insistió. Era una mujer haitiana que extendiéndome la palma de su mano me pidió que le dijera cuánto dinero tenía. Lo conté y le respondí que 750.00 pesos.

Entonces me dijo que tenían que ser mil y que la señora de la casa donde trabajaba la había botado, que ella quería (la dueña de casa) que fuese a trabajar a las seis de la mañana y se fuera a las siete de la noche, y que le gritaba todo el tiempo muchas malapalabras (hay que hacer una campaña informativa sobre el impacto de la menopausia en el desequilibrio emocional de las amas de casas, profesionales y madres de familia, semejante a la que se hace sobre la pubertad), y que ella no había podido aguantarlo. ¿En qué te puedo ayudar?, le pregunté. Venga conmigo y hable con ella,  pol favol, dijo en su mal español creolizado.

La casa de la señora en cuestión es lo que en Santiago llaman una “mansión”. Enorme, de dos plantas, y grandes jardines. Cuando llegué a la verja, una mujer de mediana edad, blanca, pelo corto y teñido de rojo, bajita y caderona, discutía ¡en bata de dormir! con un grupo de trabajadores haitianos. ¿Usted es la dueña de la casa? pregunté. Sí, yo soy. Esta joven dice que usted le debe un dinero…¿Usted es abogada?…NO, soy un ser humano…Pues váyase con su humanidad para otra parte que no tengo nada que discutir…Ella dice que usted le debe 250 pesos…Eso a usted no le importa…¿Usted es cristiana? …Más que usted…¡Que Dios la bendiga entonces!…. (ahí se enfureció, entró a la casa y dio un portazo).

¡Bienvenida al mundo de los justos! le dije a la haitiana, quien desde luego no me entendió, y nos fuimos.

Esa tarde nos enteramos del asesinato de la joven Vanessa Ramírez y pensé que otra vez pagaban justos por pecadores.

Cuatro jóvenes, más o menos de su edad, en el otro extremo del péndulo social dominicano, habían asaltado a Vanessa, aparentemente para quitarle un celular. Me horroricé! !Qué desperdicio de vidas!, y !qué disparidad social a solo unas cuadras entre La Hoya del Caimito y los hermosos cerros de Gurabo.

Entre los jóvenes arrestados hay uno que se llama Amauri Germán, como el joven legendario que junto con Virgilio Perdomo (de Santiago) y la Chuta, murió combatiendo por sus ideales de una sociedad más justa para dominicanos y dominicanas. Jóvenes hermosos, puros, generosos, solidarios, que al morir parece que se llevaron con ellos el idealismo de la juventud dominicana.

“Hay que despolitizar a la juventud” decían los políticos conservadores y algunos sectores de la iglesia, y los despolitizaron a sangre y fuego, no entendiendo que una juventud sin ideales y bombardeada a diario por la permanente vulgaridad de una desenfrenada sociedad de consumo, y la impunidad judicial, se vuelve mercenaria y arremete contra lo más próximo. Contra la bonita muchacha que tiene lo que ellos nunca tendrán: belleza, bondad, educación, una profesión, una esperanza de felicidad.

El problema es que esta situación no se resuelve con ejecuciones sumarias, o “intercambios de disparos”, como recomendara un tradicional defensor de los derechos humanos, porque si de ejecutar sumariamente a alguien se trata habría que preguntarse quién es más culpable. El joven marginal que supuestamente mata por un celular, o los genios de las finanzas que con sus desfalcos provocan el surgimiento de un millón de pobres más en el país, de un gigantesco semillero de jóvenes mercenarios.

Las marchas de Santiago han sido un ejemplo para el país, y lo serán aun más si aunado al reclamo de mano dura contra la delincuencia está el reclamo por la justicia social, la moral ciudadana, el combate al desempleo, la práctica de la bondad cotidiana con la sirvienta, con el trabajador y trabajadora, el reclamo por un presupuesto justo de educación y salud, para los deportes. Por la producción nacional de lo que la gente necesita para alimentarse física y espiritualmente.

Entonces muchachos como Amauri, el criminal, sabrán algún día quién fue el otro Amauri (¿lo sabría su padre cuando le puso ese nombre?, y ¿que pasó en estos 17 años para que ese joven mancillara de esa manera el nombre con que lo bautizaron?).

Entonces los disparos serán a la falta de futuro, y no a una indefensa muchacha.

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