El otro Santo Domingo,el de los pobres

El otro Santo Domingo,el de los pobres

POR JOSÉ  LUÍS  ALEMÁN  SJ
Dice la sabiduría popular que los extremos se tocan por lo menos, y más probablemente a lo más, de tarde en tarde. Viví esa experiencia en un Foro sobre la Pobreza organizado por el profesor Rubén Rojo y estudiantes de término del Departamento de Economía que dirijo.

No tengo que decir que  los estudiantes forman parte del Santo Domingo rico o afluente cuyos padres tienen casa propia bien instalada y automóviles y pueden pasar algunas vacaciones fuera del país y enviar sus hijos a universidades privadas que, aunque  baratas a nivel estadounidense (allá los gastos académicos superan el medio millón de pesos al año), no lo son tanto para nuestros ingresos.

Para ellos el “otro” Santo Domingo no era el del Este, del Norte o de Herrera, ni siquiera del Distrito, porque en todos están presentes los pobres en pobreza extrema -probablemente más del 20% de nuestra población- aunque para  esos otros  nosotros seamos los otros.

La idea del Foro tiene su pequeña historia: desde hace tres años una asignatura titulada Indicadores Sociales que exige visitas de los estudiantes a barrios pobres señalados por el Profesor culmina en la exposición pública de sus informes y experiencias. Este año quisieron estudiantes y profesor darle mayor relieve y organizaron el Foro sobre  el Otro Santo Domingo.

Los barrios escogidos fueron: la Ciénaga, la Yuca, Los Ochocientos  y el km. 8 y medio de la Sánchez en Santo Domingo, y en el  “Interior”  Rio-Mar a la salida de Nagua hacia  Sánchez y Batey El Soco en San Pedro de Macorís rumbo a La Romana.

Como el objetivo principal de las visitas era experimentar por unas horas la vida de esos barrios y el trato con sus moradores y no efectuar un estudio estadístico de la situación porque no había ni tiempo ni recursos para ello se dejó libertad a cada grupo para reportar sus hallazgos y conclusiones. Un elemento más objetivo y muy elocuente fueron las fotos del interior y exterior de las viviendas visitadas. En todos los lugares se sorprendieron las y los estudiantes de la amabilidad y hasta cordialidad con que fueron recibidos.

1. Cómo parece el Otro Santo Domingo.

Iré repasando los apuntes tomados tratando de identificar algunos elementos comunes a la mayor parte de los barrios.

a) Sanidad Ambiental

La primera y más fuerte sensación que experimenta quien entra en esos barrios es la fetidez y evidente falta de higiene: aguas estancadas, ríos contaminados, montones de basura sin recoger, callejones irregulares  con bordes repletos de latas y envolturas de plástico,  y pocas con agua potable en el interior de las viviendas.

 Aunque hay barrios en los cuales muchas casas disponen de sanitario interior (especialmente en Los Ochocientos por la urbanización los Ríos y en un barrio del kilómetro 8 y medio de la Carretera Sánchez) en otros tres -Río Mar de Nagua, La Ciénaga y el Batey El Soco de San Pedro de Macorís apenas hay letrinas. En ellas el río es a la vez fuente de agua potable y albañal de aguas negras. Particularmente drástica es la situación en   La Ciénaga  y en  Nagua.

Pudiera esperarse que en estos barrios hubiese muchas personas, especialmente menores de edad, víctimas de enfermedades gastrointestinales. No fue esta la impresión de los estudiantes aunque en todos los barrios constataron el deseo de contar con algún seguro de salud. Prácticamente sólo quienes trabajaban en empresas formales y en zonas francas cuentan con seguro personal de salud. En los barrios visitados no suele haber centros públicos de salud.

b. Promiscuidad

La promiscuidad se hizo  inevitable cuando la población inmigrante que llegaba del campo tropezaba con barreras naturales (el Ozama, por ejemplo) o con zonas de poco definida y menos defendida propiedad como las cañadas que caen a ríos como Isabela y Ozama.

Conviene para comprender mejor el fenómeno de la promiscuidad arrancar del aumento explosivo de la población capitaleña: de apenas 14,000 personas hace 113 años (1893) el gran Santo Domingo, limitado espacialmente por ríos y cañadas, tiene hoy más de 3 millones de habitantes. La falta de espacio llano habitable es grande.

De entre los indicadores de promiscuidad tal vez el más elocuente sea la razón número de personas por cama disponible. No es infrecuente que por cama “toquen” 3 personas

Los estudiantes del otro Santo Domingo, el rico esta vez, acostumbrados a dormir en cuartos personales, cama propia y ambiente  acondicionado se impresionan en estos días puntas de verano del calor que sufren varias personas en la misma cama y con poca o nula ventilación natural.

Se aterran de las consecuencias sexuales y de la facilidad de propagación de enfermedades  de esa  promiscuidad y comprenden por qué algunos vecinos  afirman que saben bien quién es la madre de cada quien pero ignoran si el padre es  hermano, primo o sobrino.

Entre los barrios hay grandes diferencias: en el menos pobre, el de la Sánchez con familias mucho mejor constituidas y orgulloso de que sus habitantes aprecian la educación media y universitaria  y donde apenas hay divorcios o en La Yuca con bastantes  trabajos informales (servicio doméstico, ventas callejeras), los vecinos no se quejan de otra consecuencia posible de la promiscuidad: la violencia y la delincuencia. En Nagua y la Ciénaga los vecinos sí se quejan.

c. Los servicios públicos

La falta de servicios públicos adecuados -agua, recogida de basura, centros de salud, electricidad y escuela cercana- es generalizada aunque obviamente barrios en zonas de mayor desarrollo (Los Ochocientos, Carretera, Sánchez y La Yuca) tienen mejor acceso a ellos.

Prácticamente universal es la queja sobre el suministro de agua y de electricidad. Aunque casi todos los hogares están conectados ilegalmente a la red de electricidad  y muy pocos a la del acueducto predomina el no pago de energía, agua y basura.

En todos los barrios la mayoría de los menores acuden a la escuela aunque en algunos casos como Nagua, La Ciénaga y Batey El Soco no hay escuelas cercanas. Me impresiona que un porcentaje apreciable de los jóvenes hayan llegado a secundaria y, bastante menor, a la universidad.

d) La vivienda

El material de la vivienda de los más pobres de los pobres en la actualidad es el zinc y el cemento para el suelo. La fotos tomadas por los estudiantes revela que en casos extremos el suelo es de tierra y paredes, techos y ventanas de zinc ¡alquilado!

 Bastantes veces  hay habitaciones multiusos que se usan por el día para cocina, sala y comedor y por la noche para dormir. En las localidades más pobres no hay baños interiores y ni siquiera letrinas comunes.

e) Ingresos

Rara vez los ingresos por cabeza llegan a  dos dólares diarios por persona y apenas algunos reciben remesas del exterior o del interior. Con excepción del Batey El Soco con bastantes mujeres empleadas en las Zonas  predomina el empleo informal sobre el formal y el desempleo es alto.

Como indicaba uno de los estudiantes la falta de horizonte temporal unida a la precariedad y volatilidad de los ingresos informales no solamente dificultan estimados realistas sobre el ingreso aproximado mensual sino que enfocan el ingreso al efectivo disponible en cada momento. Ese es su ingreso.

Con los ciclos electorales se avivan las esperanzas de conseguir algunas ayudas individuales y barriales aunque estas últimas suelen quedarse en palabras. Curiosamente uno de los favores recibidos en tiempo de elecciones es la tramitación de la cédula. Aunque alrededor de un 80% afirmaron tener cédula y facilitaban con cierta reticencia su número los estudiantes llamando a la Junta Central Electoral  comprobaron que varias resultaban falsas o inexistentes.

A pesar de la probable hipótesis de que a corto plazo la demanda de dinero es nominal más que real (capacidad de comprar bines), los pobres resienten de manera notable la inflación entendida como alza general y apreciable de los precios. Su juicio sumamente crítico sobre el Gobierno del 2000-2004 así  lo revela aun tendiendo en cuenta que tampoco el iniciado en el 2004   cumple sus expectativas.

f) Las aspiraciones de los barrios

Previsiblemente los moradores de los barrios pobres conservan una esperanza paulina, es decir contra  toda esperanza basada en hechos presentes,  sobre las posibilidades de la gente “bien” para ayudarlos.   

  Su lista de prioridades no sorprende: servicios generales de agua, energía y recogida de basura, facilidades de salud, vivienda, seguridad y educación. Los servicios que se esperan de todo Estado.

No se menciona el transporte probablemente por la poca movilidad de los vecinos y el alto costo del transporte público. De hecho una buena parte de ellos lleva más de 10 años en el barrio. Tal vez se han ido acomodando a él y buscan más su mejora paulatina que salir de el. ¿O no exploraron los estudiantes esta temática?

2. El impacto de los otros sobre los otros (de aquellos sobre nosotros)

Rubén Rojo, el profesor promotor del Foro, aspira a que las experiencias vividas y aquí imperfectamente resumidas por mí divida la vida intelectual de sus estudiantes en un “antes” y un “después”.

a)  Creo por propia y sincera confesión  de los estudiantes que las visitas provocaron en ellos un verdadero shock. Para ellos, estudiantes de término con sus 22 y más años a cuestas les parecía increíble que a pocos cientos de metros de sus elegantes barrios  existiesen  otros donde la vida era sencillamente distinta.

Incluso se sintieron medio culpables de que tantas personas careciesen no sólo de bienes sino de “capacidades”, volviendo al vocabulario de Sen, para elegir  lo que deseaban.   Valores tales como compasión, solidaridad y justicia, limitados antes a sus familias y amigos, irrumpieron en sus vidas como imperativos morales categóricos que les imponía la sociedad.

El shock existió. Más difícil es predecir si habrá un después que los haga personal y socialmente más solidarios.

Las dificultades contra ese después proceden de varias fuentes. Quisiera fijarme en tres de ellas: el ambiente social en el que viven, la resistencia a aceptarse como responsables o al menos obligados a modificar algunas de sus metas en la vida, y, curiosamente, la ilusión de que la sola conciencia de la pobreza existente y su pública confesión son muestras de que su vida después difiere de su vida antes.

La consecuencia será siempre la misma: corresponde al Estado sólo a él, disminuir la pobreza.

b)  El ambiente familiar y social  de los universitarios pudientes dista mucho de ser un nido de víboras y, por supuesto, comparado con la pobreza presenta una alternativa más atractiva y humana.

Conozco a los padres de los estudiantes no por haberlos tratado personalmente sino porque algunos de los últimos  me hablan de ellos. En líneas generales me impresiona oírlos hablar muy positivamente de sus padres -ellas y ellos- por el esfuerzo que hacen por la educación de sus hijos y por el ambiente afectuoso y casi siempre comprensivo de sus hogares. Sume usted  las comodidades  materiales de casa y medio social y comprenderá que su identidad personal está muy marcada por la familia y la vida, la buena vida y la vida buena, en que crecieron.

 Así el “después” del Profesor Rojo es difícil.

b) Entre las explicables aunque sutiles resistencias a un después distinto hay que llamar la atención sobre la negativa de toda persona a modificar seriamente su estilo de vida, en lenguaje cristiano a “convertirse”.

En efecto todo lo que cuestiona seriamente nuestras costumbres y comodidades es puesto en duda. Al examinar la conciencia ésta asustada por posibles consecuencias aduce que uno no tiene la culpa de la pobreza contemplada. Es cierto. Pocas veces buscamos ocasionar daño a nadie lo que no equivale a negar que inconcientemente la riqueza de unos pueda deberse a la pobreza de muchos por la paga de bajos salarios legales o “de mercado” al menos al servicio doméstico cuando sí hay ingresos destinados a disfrutar mansiones, autos, joyas y ropa de marca.

El subconsciente estimulado por el afán de auto justificación nos recordará que Dios quiere que vivamos una existencia “decente”, que así viven personas meritorias y reconocidas de la sociedad, mientras que en la pobreza abunda la avivatez, horrendas por primitivas costumbres sexuales, modales rudos, etc.

Resumiendo: en el interior de ese microcosmos que es la conciencia se baten el idealismo y la comodidad. Combate desigual con pronóstico conocido para la “media” de la población aunque siempre el caso individual resulte impredecible. Lo mismo que en seguros de vida, de vehículos, o de salud.    

c) El último reducto de resistencia al después está en el efecto anestesiante que produce la simple experiencia de la pobreza. Viéndola y comunicando a otros nuestra sorpresa, sobre todo si la calificamos de “indigna del ser humano”, “injusta”, “insoportable”, “criminal”,  nos sentimos mejor. Todos no solamente los estudiantes. Al menos descubrimos algo inesperado y nos rebelamos interna y oralmente contra el absurdo. Sin duda un buen paso de crecimiento humano.

Ese primer paso  nos hace subir al nivel de buscar explicaciones. La respuesta está a mano y como todos lo dicen reviste fuerza de verdad incontrovertible: la culpa de todo la tiene el Estado y los corruptos políticos.

Hay que luchar, desde el sillón con la pluma y con la palabra pero  no en la calle porque la política es sucia, por políticas pro-pobres. Como si no supiésemos que su costo gravará la vida de nosotros, los otros.

Las trampas de la Fe que poetizaba Sor Juana Inés de la Cruz que si tal vez no fue ejemplo eximio de vida conventual sí lo fue de amor a decir la verdad.

3. Moraleja

Qué difícil se hace el después. Afortunadamente por lo menos hubo un antes y una experiencia imprescindible para el después.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas