El P. Rogelio y su traslado

El P. Rogelio y su traslado

El P. Rogelio hace tiempo que necesita un traslado. Ahora es el peor momento, porque este Gobierno, y cualquiera que fuera, lo desea.

El P. Rogelio Cruz, en su opción por Cristo, también ha optado por un estilo propio de extremar su opción. Es amante de una vida austera, se entrega a un ritmo agotador, se radicaliza en favor de la gente «desbaratada». No teme la muerte ante los que se atreven a matar el cuerpo, que pertenece a Dios y a la tierra, pero no pueden matar el espíritu, que pertenece a Dios en exclusividad.

Para subrayar con signos que el Evangelio, el sacerdocio, no consiste en trapos, se presenta con una facha poco clerical. A las personas cuidadosas de la presentación personal les parece un «tíguere».

Lamentablemente, según constato, hablando con diferentes personas, para algunos, ése es el único modo de fidelidad, de autenticidad. ¿Y los que no encarnamos un modo de ser y de actuar qué somos? ¿No significamos nada bueno?

Lo siguiente no se lo digo al P. Rogelio, porque él está consciente, sino a las personas que no están conscientes, que las hay.

Yo también hice mi opción hace 50 años cuando profesé en la Congregación salesiana, y vivo esa opción con radicalidad, pero sin absolutizar ni confundir modos. Renuncié formar una familia. La renuncia fue por el Reino de los cielos. No admito otra razón. Tendría serios interrogantes.

Yo también opté por una radicalidad evangélica, aunque al vivirla no me convierta en un productor de noticias para la prensa. Y no rehuyo los medios. La verdad hay que proclamarla desde los techos, que en la actualidad son los medios de comunicación.

Hace 50 años que me comprometí a vivir en comunidad, cuyo espíritu no me permite instalarme en ningún lugar fijo, ni tener nada en propiedad personal, a excepción de la cédula. 17 veces he tenido que adaptarme a lugares distintos al ser trasladado.

¿Y que ahora vengan a decirme tonterías? ¡Ah, P. Tejada, si usted fuera como el P. Rogelio! ¡Qué Dios me libre! Nadie tiene que ser como nadie. Cada uno tiene que ser él mismo. No seamos borregos. Ese mimetismo dejémoselo a los que siguen las modas.

Absolutamente sólo a Jesucristo. En los demás podemos encontrar cosas edificantes, y otras que tal vez no lo son.

Cada uno da testimonio de la primacía de Dios, que para eso es el sacerdocio, de acuerdo al carisma recibido. No todos deben hacer lo mismo ni de la misma manera.

El testigo de Dios no debe andar buscando aprobación de los hombres. Debe actuar en favor de las personas, pero por Dios. El será su recompensa. Y ¡qué recompensa!

Los sacerdotes salesianos estamos para un protagonismo educativo-pastoral, y desde un proyecto comunitario, y con laicos.

En lo que no es educativo-pastoral hay que dejar que la sociedad, los gobiernos, los laicos asuman su rol, su liderazgo. Si no, caemos en un paternalismo, en un caudillismo, en un clericalismo, que tal vez resuelve problemas con eficacia, pero no forma personas. La comunidad no crece. Se fomenta el infantilismo, la dependencia.

Los salesianos, según Don Bosco, trabajamos desde un proyecto comunitario. Ese proyecto es ideado y llevado adelante por todos (salesianos y laicos). Si un salesiano se muere o es traslado, quedan todos los demás. Si se derrumba, no es un proyecto comunitario, sino individualista.

Admiro la sinceridad y el buen corazón de la gente que no quieren que nos trasladen; que lloran cuando nos cambian. Pero recordemos que se traslada un instrumento de muchos que hay en la comunidad, pero Cristo, que es el único necesario, sigue. ¿O acaso hay que constituir a otro, especie de semidios, junto a Cristo. ¡Qué Dos nos libre!

Admiro al P. Rogelio en su intención y en el fondo de su actuación, pero la forma de actuar por su cuenta, al margen de la comunidad, no la suscribo.

Según mi parecer, en sus declaraciones a la prensa deja muy mal parada a la Iglesia, presentándola como un juguete de intereses políticos. Sólo él queda bien. ¿Y los demás, qué somos? ¿Unos despistados? ¿La Iglesia no cuenta?

¿Acaso el Papa, los Obispos y los superiores religiosos no se ven frecuentemente obligados a conjugar situaciones embarazosas para el bien común? La Iglesia no vive en la luna. Vive donde hay sistemas y gobiernos. Su misión no es necesariamente ponerse a chocar con los que rigen el mundo. Es cierto, para defender los derechos humanos, para denunciar la maldad, no tiene que pedirle permiso al Diablo ni a nadie.

Nuestros superiores tienen la mirada del conjunto. Estudian y buscan lo mejor. Nadie tiene que atarles las manos haya o no haya exigencias de gobiernos.

Los superiores tienen su conciencia. Si para mí no la tienen ¿qué hago en esto? ¿por qué estoy en esto?

Si ellos actúan erróneamente, el que hizo un voto de obediencia no es el que se equivoca cumpliéndolo, a no ser que se trate de algo intrínsecamente malo. Pero superiores tan bárbaros yo nunca los he conocido en 50 años que llevo de vida en obediencia religiosa.

Que Dios recompense a los que nos quieren tanto que no quieren que nos trasladen. Pero que se organicen para protestar, eso es algo sobremanera penoso. Parece chantaje.

Cada verano a algunos nos mueven de un lugar para otro. Eso es lo normal. Oponerse a eso es lo anormal. En el caso del P. Rogelio está pasando lo anormal.

El único que debe permanecer siempre es Jesucristo.

Entonces, hay que dejarse de pamplinas.

Reiterándole mi amistad al P. Rogelio, mi hermano en el sacerdocio y en la Congregación, y mi compañero de camino hacia la misma meta desde hace 27 años.

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