El pasado miércoles se celebró el “Día Mundial del Envejeciente”. Se plantea que cada 5 días 58 millones de personas se convierten en envejecientes en el mundo. En verdad que los mayores encantos de envejecer son: el hacerse uno un poco más sabio y el placer de haber podido vivir esos años. Por eso hoy “conversaremos” de una conferencia que nos dictó la muy talentosa doctora dominicana Clara Melaine Zaglul Zaiter, especializada en psiquiatría. Colegiada del ilustre Colegio de Médicos de Madrid y egresada de la especialidad en la Universidad Complutense de la capital española, ella es una expresión palpable de aquello de que la herencia desempeña un papel protagónico en todas nuestras acciones y máxime en las expresiones de la compleja inteligencia humana. Esta joven médica es hija de quien debe ser considerado el iniciador en el país de la psiquiatría social, el querido y recordado profesor Dr. Antonio Zaglul y de la psicóloga Lic. Josefina Zaiter, quien tiene una obra de vida en el campo de las neurociencias que es motivo de admiración.
La doctora viajó expresamente desde Madrid a brindarnos esta conferencia sobre el manejo de los pacientes de edad avanzada que están admitidos en centros sanitarios, en un enfoque en que se trataron los aspectos cognitivos, motores y asistenciales de los ancianos institucionalizados. La actividad científica formó parte del muy activo programa que desarrolla el Colegio Dominicano de Neuropsicofarmacología, bajo la presidencia del Dr. César Mella Mejía. Hay que reconocer que el hermano psiquiatra le ha impreso su sello de acción al organismo y sin ninguna duda no creo que haya una institución médica en el país que realice dos actividades mensuales de categoría como esta. A las dos semanas volvimos a conversar de demencias con el profesor cubano Dr. Juan Llivre, en una conferencia sobre las demencias en el Caribe. Nos impresionó favorablemente a todos por lo enjundiosa y bien documentada.
Volviendo al agradable intercambio con la Dra. Zaglul, esta inició su disertación con una frase de su padre: “El deber de un médico es prevenir, diagnosticar, sanar, investigar y educar”; esto resume el accionar del médico. Este debe combinar el humanismo, lo científico y la sabiduría, para brindar una medicina racional y más que eso, afectiva. Es para todo humano inteligente que entra en los “ta”, muy –gentilmente- llamado “el adulto envejeciente”, tener la preocupación de cómo y dónde pasaremos esos años de la dorada vejez hasta el final de nuestros días terrenales. Dijo la doctora que los elementos más preocupantes en ese período de la vida son: la pérdida de la esencia, la desaparición de las experiencias (se va borrando la memoria) disminución de las capacidades que nos permiten interactuar, la pérdida de la identidad y el terminar mañana necesitando que decidan por uno.
Ella tiene la experiencia de trabajar en Madrid como psiquiatra en un centro de primera categoría donde manejan ancianos y nos describió con su experiencia cómo debe funcionar el complejo equipo multidisciplinario para obtener el máximo de eficiencia en bien de esos ancianitos hospitalizados y que están admitidos definitivamente en las instituciones de cuidado médico. El organigrama de este engranaje tiene como centro al “médico coordinador”, trabajando en consonancia con: trabajadores sociales, psicoterapeutas, enfermeras especializadas, terapistas ocupacionales y gerocultores.
Como vemos, el manejo de un paciente de edad avanzada en las instituciones que disponen de lo correcto para eso y de las que hay muy pocas en el país, es de muy alto costo, pues son muchos los elementos a tomar en cuenta al llegar esos años de la senectud. Uno de los pocos centros nacionales con gran excelencia es el del Dr. Dagoberto Güilamo para la tercera edad. Preparémonos temprano, para no ser mañana una molesta carga para terceros.