El padre Alemán, la corrupción y el embajador Yzaguirre

El padre Alemán, la corrupción y el embajador Yzaguirre

Apenas han transcurrido escasos días del momento en que tuve en mis manos, mi mente y mis sentimientos la nueva publicación del Departamento Cultural del Banco Central. Se trata de la enjundiosa obra de Ellen Pérez-Ducy, titulada “La obra del Dr. José Luis Alemán S.J.” que es una revisión y análisis de su pensamiento, no solo en el terreno económico, sino en el filosófico, en todo cuanto toca a lo humano.

   Un libro fascinante de un hombre fascinante por su erudición sin aspavientos, deseoso de entregar con la mayor sencillez posible –y hasta buen humor- conclusiones que había alcanzado tras largos años de formación en las universidades de Salamanca, Santander y Frankfurt, además de lo que le aportó la Orden Jesuita.

   No estaba ciegamente atrapado por ninguna cerrazón. Sabía encontrar los fragmentos de verdad que están en opiniones y teorías muy diversas que, bien elegidas y dosificadas, provocan luces imprevistas.

   Los problemas y dramas de la corrupción generalizada en nuestro país salieron a la luz durante un casual encuentro con Alemán y le expresé  mi preocupación por la pérdida de moralidad, de pudor entre los corruptos: autos de lujo, villas, mansiones, amantes…

      “Se debe a la injusticia social” –me dijo con una sonrisa triste.

       En la valiosa obra de Pérez-Ducy aparece una cita del padre Alemán, tomada en 2005 de este periódico. Se titula: “La moralidad de las instituciones económicas”. Dice: “En política especialmente, la anarquía moral abarca pura y simplemente perseguir intereses privados o de grupo, conscientemente del daño al público…se manifiesta en una conducta que busca un específico y oportunista interés propio… sin mostrar sentido alguno del respeto mutuo a los demás”.

    Luego escribe: “El problema gnoseológico (de teoría del  conocimiento, JGP) de determinar la inmoralidad de la corrupción se alivia cuando: a) las instituciones y los valores culturales de una sociedad hacen difícil o imposible la seguridad y tranquilidad de la sociedad y b) los individuos las observamos y contravenimos”.

    Pérez-Ducy apunta que este diagnóstico parece cada día más ajustado a la realidad.

   En un artículo publicado en HOY en 2004: “Limitaciones de la lucha anticorrupción”, Alemán clasifica “la corrupción desde la perspectiva de los motivos –guía que configura las relaciones interhumanas del país– en tres tipos: las movidas por el  interés de cada parte, las afectivas de tipo familia-amistad, las deontológicas (ciencia de los deberes o teoría de las normas morales, JGP) que prescriben la vigencia de las normas sin aceptación de personas; son las afectivas las dominantes en muchos países, las basadas en la amistad y la sangre para preferir a los de uno”.

   Estoy parcialmente de acuerdo con el embajador norteamericano en el país, Raúl Yzaguirre, en que el problema de la corrupción sí es superable y no tenemos que aceptarla.

   “Los dominicanos pueden y van a acabar con la corrupción” –dijo–.

    Pienso que acabarla no se puede, pero sí disminuirla en altísimo nivel. Actuemos en consecuencia.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas