El padre Jesús Hernández
En Don Bosco y en la alegría

El padre Jesús Hernández <BR><STRONG>En Don Bosco y en la alegría</STRONG>

POR MIGUEL D. MENA
Santo Domingo se expande de manera inusitada y el libro se comprime, alejándose. Podremos lamentar o no la desaparición de aquellas librerías míticas de la Zona Colonial: La Librería Dominicana, el Instituto del Libro, la Casa Cuello, el Rinconcito del Libro. Diremos que el libro pasa por el filtro de las divisas, los impuestos, el desorden de las aduanas, y para remate, el peso de Internet.

Las bibliotecas deberían concitar otras preocupaciones. También ellas se esfuman o se degradan. Pienso en la Biblioteca del Ayuntamiento del Distrito Nacional, la que popularmente se llamó Biblioteca Hostos por estar localizada en aquella capilla de la Tercera Orden que un día fue donada a la Iglesia. La biblioteca de la ciudad comenzó un periplo que ha desembocado en el limbo. ¿Dónde están aquellos libros, aquél mobiliario? ¿Le concede el Ayuntamiento de Santo Domingo tanta importancia a los libros como al echar cemento con la idea de que se está aclarando el espacio?

Mientras la Ciudad prácticamente cierra ese capítulo, la Secretaría de Educación, desde hace más de 20 años, descuida la Biblioteca Froilán Tavárez, en la Av. Tte. Amado García, justo donde comienza el primer subterráneo de esta capital dominicana.

Para colmo de males, la Biblioteca Piloto Infantil, una iniciativa privada como ninguna, que atendía al sector más sensible de nuestra población, la de los niños, fue compelida a dejar su casa en la Fortaleza Ozama para cederle el espacio a un Museo Militar que no sabemos si acabó de arrancar. ¡El machete venció a las páginas!

En medio de espacio paisaje lunar, motiva, sin embargo, la presencia salesiano Jesús Hernández, con su Biblioteca Antillense Salesiana (BAS).

Ubicada en el populoso sector de Don Bosco, en los predios de la iglesia del mismo nombre, la creación de este espacio tiene que brindarnos un motivo de optimismo y también de acción. De optimismo por ver cómo las iniciativas pueden generar semejantes productos. De acción, porque la cuestión ahora no es de atiborrar al padre Jesús Hernández con diplomas o reconocimientos, sino la de pensar en el libro más allá del espectáculo y volviendo a la idea de la lectura como acto de soledad y apoyo al desarrollo de individualidades consistentes.

El amor del padre Hernández deviene en pasión por juntar, coleccionar, ofrecer lecturas. El corazón de la BAS es la filosofía. Puedo confirmar que no hay expresión del pensamiento ni escuela filosófica que no disponga de un anaquel en ese espacio.

No hay biblioteca universitaria ni de fundaciones donde la filosofía esté tan mejor representada como en la BAS. Ello ha sido producto una verdadera maquinaria epistolar, de llamadas a embajadas, a personas y personalidades, al concurso de deudos que prefieren donar “viejos libros” a una biblioteca donde se saber los mismos serán conservados y puestos a disposición del público.

En la BAS no se ve la indumentaria del lector, sino su interés por los temas del pensamiento y de la literatura. A diferencia del resto de las bibliotecas, públicas y privadas, donde se comete el grandísimo absurdo de no pode entrar en sandalias o en pantalones cortos, que es la manera más inteligente de vivir en el trópico, en la BAS la ropa no hace al mono.

El significado de la BAS ha ido calando en instituciones y gente sensible. La compañía telefónica Verizon le dotó hace un buen tiempo de una moderna sala de comunicaciones, computadoras con acceso a Internet. Empresas y bancos han donado dinero y medios para hacer más eficiente sus servicios.

Con todo y eso, los tiempos se complejizan, los libros aumentan y también las necesidades.

En la BAS cabe todo el mundo. No sólo los estudiantes del Don Bosco son los que acceden a este espacio, sino también el de las escuelas aledañas de San Carlos, Villa Juana, Villa Consuelo, y aún más, académicos y estudiosos.

El personal de apoyo realiza un trabajo caracterizado por la eficiencia, la rapidez y la precisión. El padre Jesús Hernández ha logrado un banco de datos verdaderamente envidiable para cualquier institución académica o bibliotecaria. Sólo basta hacer algunos clicks en su computadora para acceder a la bibliografía del pensamiento y la literatura dominicana.

El trabajo que deberían hacer los departamentos de letras y filosofía de nuestras universidades el padre Hernández ya lo ha hecho. Eso no quiere decir, por lo demás, que cristalicen más y mejores apoyos. Una biblioteca nunca de crecer.

Llegará un momento en que los menos de 250 metros cuadrados de la BAS tengan que expandirse, en un local más amplio y más a gusto para la conservación de los libros y su uso público.

Por ahora el padre Hernández no está embarcado en esa idea, aunque tal vez pronto tenga que pensarse en ella.

La BAS nos implica en un pensamiento positivo en medio de un paisaje que muchas veces es desolador.

La BAS demuestra que la pasión y la decisión y el trabajo pueden mover montañas. En este caso, hacer una montaña de libros y un puente por el que accedemos al conocimiento.

Es un ejemplo para las instituciones públicas, por su eficiencia, por la calidad en el servicio, por el hacer de lo poco mucho, muchísimo.

A veces pienso qué pasaría si se deja de hacer una presentación de una orquesta de merengue y esos recursos se lo donan a una biblioteca como la BAS.

Tal vez tengamos muchos ruidos bailables y el país necesite más silencio para el estudio.

Quien pueda, que se acerque a la BAS y disfrute sus libros.

Si ven al padre Jesús Hernández, me lo saludan con mucho cariño.

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