El padre Luis Rosario, sacerdote católico coordinador de la Pastoral Juvenil de la Iglesia Católica, gestor de una acción misionera laudable, ha reiterado desde hace tiempo la imperiosa necesidad de desarmar a la población como una de las terapias eficaces para reducir grandemente los hechos de sangre pasionales y delincuenciales que flagelan a nuestra sociedad, sin que ningún gobernante precediera, una de las consecuencias de la desgracia nacional. Ahora el padre Luis Rosario sostiene que “no es posible que haya soberanía en un país con la cantidad de personas sin una identidad, y si eso es soberanía entonces no sirve para nada”, acotando que “soberanía es poder solucionar los problemas que aquejan a los ciudadanos” (HOY 12-12-13).

Precisamente esa inquietud correcta del padre Luis Rosario radica en el espíritu de la sentencia 168-13 del Tribunal Constitucional, que trata de dar seguimiento al desbarajuste migratorio que empezaron a corregir la sentencia de la Suprema Corte de Justicia del l4-12-05 y la Ley 285-04 con su reglamento.

Son los pilares que sostienen la zapata del complejo y peligroso problema migratorio dominicano saturado hasta la saciedad de nacionales haitianos indocumentados, que con esos documentos jurídicos, haremos un enorme aporte gratuito más a nuestros conflictivos vecinos con quienes compartimos la antigua isla Española, para que organicen su registro de nacimiento a sus nacionales y puedan participar en procesos electorales que ahora no disponen de esa infraestructura y así no es posible organizar una democracia.

Concluido en Haití ese proceso organizativo medular, los gobiernos dominicanos dispondrán la identificación de los ciudadanos haitianos y seleccionarán los que nuestras autoridades consideren necesarios para diversos menesteres laborales, el resto, para su país de origen, y clausurar las patrañas risibles del apátrtida y el apartheid.