El padre Marcial Silva

El padre Marcial Silva

La Iglesia misma no ha confrontado con claridad la acusación relacionada con las “manifestaciones de reafirmación cristiana”. Por eso tal vez, cuando despedimos su cuerpo material de entre los vivos, el padre Rafael Isidro Marcial Silva se llevó ese recuerdo a la tumba.
El padre Marcial Silva no fue de los fundadores de ese movimiento. La Iglesia como tal lo fue menos. Porque aunque la Conferencia del Episcopado Dominicano carecía entonces de la estructura exhibida hoy, actuaba con rapidez, en asuntos como éste.
Yo asistí a la primera reunión destinada a exponer el proyecto de las “manifestaciones de reafirmación cristiana”.
Se realizó en el saloncito abierto, que daba al balcón de la calle El Conde, de la Universidad Femenina Dominicana. Convocó don José Andrés Aybar Castellanos. Aunque habló en sentido general del grupo, prometió que una segunda sesión tendría más asistentes.
Pero la segunda sesión no tuvo lugar en el lugar señalado. Salvador Pittaluga Nivar, que manejaba esa edificación como suya en lugar de su madre, negociaba por esos días con el Presidente Juan Bosch.
De alguna manera logró convencerlo del yerro cometido con el cierre de “La Nación”. Bosch aprobó sacar un diario vespertino. Admitir estas reuniones en ese local ponía en peligro su proyecto, salido a la luz pública el 15 de septiembre. Convenció también a Don José Andrés, sin ofenderlo, de mudarse de lugar con su movimiento.
La segunda reunión tuvo lugar en el salón de actos de la Asociación de Industrias de la República Dominicana, con padrinazgo y apoyo pleno de su presidente, Don Horacio Álvarez Saviñón.
La Asociación funcionaba en el edificio sito en la esquina Noroeste de la intersección de las calles Luperón y Arzobispo Meriño. Es el edificio Ocaña, cuyo propietario, Antonio Ocaña, se encontraba en la reunión fundacional.
La planta baja se destinaba a oficinas y un amplio salón del segundo piso, a reuniones. Allí, en este salón se fundó el movimiento de las “manifestaciones de reafirmación cristiana”.
Yo, les confieso, era antibochista y con el mismo ímpetu, antigolpista. De manera que contactado para esta segunda sesión, llevé cuatro jóvenes cuyo papel se destinaba a cuestionar planteamientos que se hiciesen en el cónclave. Estaban preparados para ello, mediante técnicas apropiadas del llamado “agitpro”.
No se logró, sin embargo, impedir que se integrase el movimiento.
¿Cómo consiguieron adversarios del padre Marcial Silva, vincularlo con esas manifestaciones? Gracias a su radical postura ante el Gobierno del Presidente Juan Bosch.
Por supuesto, conforme contaba el padre Marcial, don Juan se ganó su indisposición. A raíz de una visita del Presidente a la Base Aérea de San Isidro, el padre fue invitado. También asistió el padre Andrés Guerrero Fernández, capellán de la base.
Al ser presentados, don Juan lanzó invectivas “contra la casta sacerdotal”. No contra estos dos sacerdotes en particular, sino contra “la casta”. El padre Guerrero, llegó a decirme que él habría pasado por alto aquella expresión. Pero el padre Marcial pretendió hacer una corrección, con el argumento de que la frase era propia del léxico marxista.
La primera expresión, la del Presidente, despertó recelos no solamente en los dos curas, Presbíteros ambos. También animó a la oficialidad ya cuestionante de las formas de actuar del mandatario.
El general Miguel Ángel Luna Pérez disipó la tensión con una frase relativa a las jugadas de gallos y entre risas, el grupo despidió al Mandatario. El padre Guerrero enterró aquello.
El padre Marcial, en cambio, conservó más que lo dicho, lo que entendía era una predisposición del Presidente Bosch.
Cuando unos días después del fallido golpe de Estado del 15 de septiembre, hablé con el padre Marcial. Me saca a relucir esa postura del Presidente. A pocas horas del 25 de septiembre, lo visito con los doctores Alfonso Moreno Martínez y Guido D´Alessandro. Por nueva vez, en medio de la conversación, postuló este pronunciamiento del Mandatario, como propio de un esquema de pensamiento.
Esa noche, en la casita de la pequeña Iglesia de San Miguel, prometió ceder en su agria actitud, únicamente si Moreno Martínez cumplía con el compromiso de hablar con su hermano, el Dr. José María Moreno Martínez (Tilía), quien era Consultor Jurídico del Poder Ejecutivo.
Al despedirnos, sin embargo, el padre Marcial Silva pronunció una expresión lapidaria. Dirigiéndose sobre todo a Alfonso y a Guido –pues yo no dejaba de ser un muchacho- dijo:
-Le advierto algo, Doctor, el golpe es irreversible. Únicamente un encuentro cálido, humano, sincero del Presidente con los militares, desarma este movimiento que nada tiene que ver, por cierto, con esa otra cantinflada que pagan algunos empresarios. Este otro movimiento parece inspirado en fuerzas que los mismos militares no pueden controlar.
“Si el hermano suyo no convence al Presidente de un cambio de ánimo radical, el golpe es irreversible”.
Por lamentable que parezca, el Dr. Moreno Martínez no convenció a su hermano para concertar una cita con el Presidente. Desde un tiempo antes, Alfonso se pronunciaba en público contra un golpe de Estado al tiempo que procuraba que Don Juan nos percibiera como potenciales aliados.
Don Juan, en cambio, prefería las juntas con los socialcristianos que ya estaban comprometidos con el golpe. Y si tales no continuaron aliados al golpe después del 25 de septiembre, fue porque los golpistas prefirieron a Mario Read Vittini, Ministro de Estado de la Presidencia.
Aquello de que al padre se le pidió una grabación, es cierto. Tal vez él desconocía el lugar desde el cual se harían públicas sus palabras. Ha muerto sin poder desprenderse de ese discurso, propio para pronunciar en una cantinflada pagada por determinados empresarios, según sus palabras de septiembre de 1963.

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