El siglo XXI nos ha traído la novedad de que una fuerza política motorizada por sus dos más conspicuos dirigentes, ha dominado la escena en los pasados 16 años de manera que el enriquecimiento tan notable de muchos de sus seguidores, ha sembrado la inquietud de que el país está secuestrado por sus ambiciones de perpetuarse en el poder.
Y no es para menos con el enriquecimiento del país en todos los órdenes, menos en disminuir la pobreza extrema de un amplio sector marginado a orillas de ríos y cañadas o a la vera de los caminos, se ha instituido un boroneo de tal naturaleza que con más de 650 mil inscritos en las nóminas oficiales cada quien considera su derecho a disfrutar de una botella oficial.
Y a medida que se acercan las fechas inexorables de las elecciones del 2020, más ansiedad se despierta en los miembros del partido morado. Ellos consideran su obligación de continuar en el poder frente a una oposición que no ha podido enhebrar una opción creíble y poderosa para presentarse como mejor opción a lo que nos tiene acostumbrados el PLD en el dominio absoluto de todos los instrumentos burocráticos del Estado.
El presidente Danilo Medina, con su silencio acostumbrado, y Leonel Fernández con su desesperado accionar de sus ambiciones por volver al poder, han creado un estado de inquietud que cada día afecta el desenvolvimiento del país y su economía. Hay más interés en conocer cuál será la decisión del PLD con sus candidatos cimeros. Ellos están ensartados en una feroz lucha por no verse aplastados por su rival y buscando asegurar que se respetarán los resultados sin retaliaciones futuras en contra del perdedor.
Se acercan las fechas límites establecidas por ley para señalar a los candidatos y más agresivas se tornan las diferencias. Unas expuestas al rojo vivo a la opinión pública con tumultuosas manifestaciones frente al palacio del Congreso y otras con un silencio de monasterio con un accionar de hormiga laboriosa pero sin dejar de mover los resortes de sus planes estratégicos que ha empujado a Fernández a mostrarse desesperado y envía a sus seguidores y aliados coyunturales con gastos excesivos a manifestarse en las calles del Centro de los Héroes . Mientras los aspirantes morados a diversos cargos se preparan para las primarias y acuden a inscribirse tal como lo dispuso su partido.
Las inscripciones de los peledeistas para elegir a sus candidatos a las diversas posiciones congresuales y municipales se desarrollaron sin tropiezos. Mientras para elegir su candidato a la presidencia se torna incierta y empuja al país a un estado de incertidumbre con acciones como las escenificadas al frente al Palacio del Congreso el pasado día de San Juan. El país vio a la policía y el ejército cuando atropellaban a algunos de los legisladores leonelistas. Y estos habían provocado para que tal cosa ocurriera.
Eran manifestaciones promovidas por el Dr.Fernández y sus seguidores para hacerle ver al mundo como aquí se quiere pisotear la Constitución para modificarla y permitir una postulación del Lic. Medina. Esto es cosa a que se opone debido a que sabe de antemano que perdería arrolladoramente. De ahí el rabioso reclamo de que se respete la Constitución y la misma no se toque con modificaciones arriesgadas de permitir de nuevo la reelección.
La facción leonelista le ha dado un nuevo uso de las artimañas políticas. Y en una exhibición de un arsenal de maniobras y acciones dignas de cuando el país iniciaba su transitar democrático allá por los años 60 del siglo pasado no se habían vuelto a tener constancia de una actitud testaruda y cerrada a banda. Y de que ahora no hay marcha atrás. Se asemeja aquel enfrentamiento de 1970 entre Joaquín Balaguer y Augusto Lora que hizo saltar a este último del partido colorado.
Parecería que empecinados en hacer prevalecer sus criterios de cómo debe gobernarse un país para el beneficio de los dos grupos de colaboradores enriquecidos desde el 2004. Fernández, sin darse cuenta, va deslustrando su reputación internacional de intelectual con un gran don para la oratoria y muy comedido en sus conceptualizaciones que le impiden compartir con los políticos dominicanos a quienes tilda de que no saben conceptualizar.
El presidente Medina no es el gran intelectual y mucho menos un orador atrayente, pero posee el don de la estrategia política y armador excelente de equipos de trabajo para cualquier estrategia que supo adquirir esas habilidades por su transitar por las rutas de las izquierdas en la década del 1970 permitiéndole luego estructurar el equipo de gobierno de su partido a partir de 1996.