El país de los valores perdidos

El país de los valores perdidos

De repente, y con el avance del siglo XXI, los dominicanos nos encontramos inmersos en un enredado y oscuro torbellino, que a ciencia cierta, no sabemos cuál es nuestro norte y el destino final, que no sea la disolución de la sociedad como tal, para vernos sumergidos entonces en un aquelarre de nacionalidades, donde nuestra debilidad moral nos lleve a sucumbir frente a razas más fuertes.

  Existe un extraño y notable aumento de las agresiones a las mujeres, de los suicidios, de los ajustes de cuenta, de la exhibición  desembozada de riquezas mal habidas por parte de algunos funcionarios, de incremento  del trasiego de drogas y la extraordinaria pasividad de las autoridades para hacerle frente a ese dislocamiento de las conductas, como si ya hayan decidido tirar el guante, ya que nada pueden hacer por el volumen de los males morales que nos afectan.

 Se ha preferido  el dejar hacer. Vemos la impunidad con que actúan, no solo los maleantes, antisociales, asesinos de mujeres y  narcotraficantes,  sino de cómo los funcionarios corruptos no tienen la más mínima delicadeza de renunciar de sus cargos,  o de ser destituidos, como ocurre ahora con frecuencia inusitada en el Brasil de Dilma.

Ya nada nos asusta ni espanta en la  sociedad, por la naturaleza y abundancia de los hechos de agresión  a la vida y al bolsillo de las gentes. La indiferencia y aceptación  solo se conmueve a ratos por sucesos horripilantes  e increíbles como el asesinato de la maestra de Baoruco en Barahona, o del periodista de La Romana, o de los militares y policías eliminados para arrebatarles el arma de reglamento. Después de uno o dos días en los principales titulares en los medios, más nunca vuelven a aparecer referencias de esos hechos, ya que son reemplazados por otros más graves e inconcebibles.

Estamos en el sendero de la aniquilación de la sociedad como tal. Es una marcha hacia la disolución al ser estimulada por quienes supuestamente tienen o “tenían“  la responsabilidad moral y autoridad para evitar y dar el ejemplo de honestidad, capacidad y seriedad. 

La voz de las iglesias se pierde en el bullicio de la sangre, el dinero fácil  y disfrute de los placeres, aparte del morbo del chisme de los Wikileaks. No hay en el futuro previsible algo que ayude a cambiar el derrotero, ya que los que buscan el favor  popular, para ser elevados  al poder o mantenerse en el mismo, no reflexionan ni asimilan la realidad de cómo nos movemos en un entorno podrido y sin los valores que le dieron lustre a nuestros antepasados más pobres, pero más dignos y responsables,  pese a que vivían atormentados por la frecuencia de los hechos de la montonera dominicana.

El espabilarse del despertar dominicano, junto a la indignación popular tal como ocurre en España o en Israel, debe ir penetrando poco a poco en la consciencia de todos, para hacerle ver a quienes nos gobiernan que ellos están ahí para defender el interés general y no para hacerse a como de lugar de las ventajas y riquezas  que se derivan del disfrute del poder, sin detenerse  a pensar que no hay una sociedad en la Tierra que resista eternamente  la sumisión y abusos a que son sometidos por  los que persisten en aumentar sus riquezas. 

Publicaciones Relacionadas

Más leídas