El país debe mantenerse alejado de los extremos ante la crisis haitiana

El país debe mantenerse alejado de los extremos ante la crisis haitiana

Las graves repercusiones hacia este lado de la frontera que el descalabro institucional del Estado vecino parece reservarle a República Dominicana comprometen a sectores de la sociedad y a sus vocerías a coincidir en la mayor medida posible en la defensa de los intereses nacionales dignos de aparecer por encima de las querellas mezquinamente electoralistas por ser tiempos de urnas. Las oleadas críticas de adjetivaciones furibundas por el proceder oficial que se formulan contra quienes con legitimidad encabezan institucionalmente a la nación obran contra el sentido de unidad que debe primar en este momento en que República Dominicana ha sido puesta en riesgo por la peligrosa tendencia a descargar sobre ella el mayor papel a jugar en el rescate de Haití, incluyendo convertirla en ruta de escape masivo para haitianos desesperados en desconocimiento a las situaciones fundamentales e históricas de esta nación que obligan a negarse a ese rol y a reclamar que el proselitismo saque el conflicto de límites geográficos de sus discursos; teniendo mucha otra tela por donde cortar si se quiere acabar con el Gobierno.

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Por igual van contra la conveniencia de proyectar hacia las partes interesadas la imagen de una sociedad en consenso, sin fisuras, los afanes de desplazar a la opinión pública hacia actitudes ultranacionalistas y de innecesaria e injustificada animadversión a los haitianos. ¡NO! Esa horrible connotación haría más daño que bien a la causa dominicana.

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