El país del Presidente

El país del Presidente

En esta, como en otras comparecencias ante el Congreso Nacional para depositar sus memorias de un año de gestión, el presidente Fernández pronunció un discurso que no se correspondió con la solemnidad de la ocasión, vale decir con lo que establece la ley sobre qué son las memorias de un presidente ante el Congreso. Centró su discurso en la manipulación de cifras económicas para  describir el  país del 2012, el de él, para contrastarlo con el país del 2000-2004, el de Hipólito Mejía.

Para eso hizo un recuento de sus ejecutorias en los últimos siete años y medio, para establecer la magnitud de su obra y la “pequeñez” de la obra del actual candidato presidencial del PRD durante su mandato. El contexto electoral en que hizo su discurso, determinó una  pieza oratoria esencialmente política, politiquera para algunos, para de esa manera hacer una sutil campaña electoral para su partido, al tiempo que enviaba un mensaje subliminal de cara al proceso electoral del 2016.

El presidente del Senado, a quien sólo le correspondía hacer un discurso protocolar de presentación del presidente, introdujo ese mensaje con otra insólita peledeada, al decir que ésta eran las últimas que hacía Fernández, pero que otras eventuales comparecencias dependerán de él y del pueblo dominicano, al tiempo que avanzaba algunas consideraciones relacionadas con las rendición de cuentas que sólo les correspondían al presidente.

Desde un helicóptero,  el Presidente observa su país, ve cómo las grandes torres del Gran Santo Domingo, sus elevados y túneles han convertido esta ciudad en un “Nueva York chiquito”, cumpliéndose su sueño. No vio la ciudad colapsada, la que tiene más pobres, la del sistema de transporte cuyas reglas, rutas, horarios de servicios, costes de los pasajes los determinan las mafias que lo controla, una de las ciudades más caras del mundo, con un incremento sostenido de la criminalidad y la que recibe una inversión pública privilegiada que acentúa los déficits de servicios de las otras del país.

El país del Presidente es el de las realizaciones materiales que han enriquecido a unos pocos, algunas útiles y loables, pero las principales, como un Metro sin sentido de pertinencia, que no resuelve sustancialmente el tema del transporte urbano de la ciudad, caro porque por cada viaje de un usuario los no usuarios, según analistas, pagamos 700 pesos como subsidio, algo insostenible para cualquier gobierno medianamente responsable.

El país del Presidente, no solamente ha logrado un “Nueva York chiquito”, sino también un consumo “masivo” de electrodomésticos, de vehículos, etc., con lo cual se ha materializado la “ilusión dominicana” (la de él), una versión del “sueño americano”. La mayoría de los estudios serios sobre la pobreza establecen que por la naturaleza de las economías de los países pobres, el generalizado consumo  de electrodomésticos no significa paliar, ni mucho menos eliminar la pobreza.

El discurso fue una demostración palmaria que el país del presidente es el de las realizaciones materiales y de la concentración del poder, no el del fortalecimiento institucional, ni de las políticas públicas orientadas hacia el desarrollo humano. Por eso este país, en indicadores de ese tipo de desarrollo, estamos entre los primeros de los peores.

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