El país es una industria productora
de pobres y algunos ricos

El país es una industria productora<BR>de pobres y algunos ricos

FEDERICO LALANE JOSÉ
La nación dominicana, paulatinamente, ha ido adentrándose en un proceso de deterioro de todas sus instituciones con la consiguiente inversión de valores morales.

El individuo, sostenidamente, ha ido venciendo al ciudadano. La corrupción ha arropado los estamentos públicos y privados, presagiando conflictos sociales graves en el panorama futuro del país. Casi todos los gobiernos que ha tenido la República desde su fundación en 1844, pero más acentuadamente desde el año 1924, se han caracterizado por la falta de honradez, la inobservancia de los principios institucionales y las leyes, la ineficacia financiera y administrativa y la impunidad de la corrupción.

Hemos carecido de un plan maestro de desarrollo nacional aprobado previamente por todos los sectores, para ser ejecutado con políticas de inversiones efectivas, junto al sector privado, para la generación de empleos, finalidad principal de todo gobierno. Para el logro de este objetivo se requiere de un estado de derecho sólido y de un largo período invirtiendo la mayor parte de los recursos del presupuesto nacional en alimentación, salud, educación, vivienda y seguridad ciudadana; los recursos presupuestarios restantes destinarlos a inversiones de productividad social, como las vías de comunicación, energía eléctrica, presas y represas, canales de riego, acueductos, entre otros renglones. La pregunta obligada es si los partidos políticos del sistema y sus dirigentes están en capacidad de respetar y ejecutar un programa de gobierno con esas características. La respuesta obligada es no, habida cuenta de que esas instituciones y sus lideres han resultado ineficientes. Todos han tenido la oportunidad de gobernar, y no han resuelto un solo problema importante de los que afectan a nuestra sociedad.

La crisis que hoy vive el país la han padecido y padecen, preponderantemente, los pobres y paradójicamente, siendo mayorías, son ellos, con sus votos, los que eligen los gobiernos cada cuatro años. Existe un socorrido adagio que reza : «Si me engañas una vez, sinvergüenza tú; si me vuelves a engañar, sinvergüenza yo; entonces hay que llegar a la penosa conclusión de que a los pobres de nuestro país y los que defienden sus causas, son irresponsables y además les agrada que los engañen, maltraten y desconsideren, porque repiten el mismo error escogiendo gobiernos irrespetuosos de las leyes, demagógicos y marcadamente apoyadores de la corrupción.

Para dar, eventualmente, al traste con esta actitud social de los pobres del país, y de los que no siendo pobres defienden su causa, hay que unificar su familia, en cada hogar, (no como parte de partido alguno) para aprovechar la oportunidad para exigir la modificación de la Constitución que promueve el gobierno del doctor Leonel Fernández, de modo que la nueva Carta Magna prevea que cuando un gobierno incumpla con los compromisos contraídos sea sustituido sin esperar la terminación del período para el cual fue escogido. El establecimiento constitucional de un procedimiento ágil para la convocatoria de un plebiscito revocatorio, podría ser un método; la movilización general de los pobres y sus aliados, al margen de los partidos, podría ser otro método.

Me aventuro a ser considerado como un iluso; poco importa, porque estoy seguro de que si no se crean mecanismos efectivos, (sean los señalados aquí u otros), para destituir, constitucionalmente y rápido, a los gobiernos incumplidores de las leyes, demagogos, ineficientes y apoyadores de la corrupción, seguirán burlándose descarada e impunemente del pueblo, como lo han hecho a través de nuestra historia republicana, llegando, hoy, a convertir al país en «una moderna industria» cuyo objetivo principal es producir muchos pobres y algunos ricos.

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