El país exhibió los pantalones largos de la democracia

El país exhibió los pantalones largos de la democracia

Teófilo Quico Tabar

Entre los aspectos más relevantes del pasado proceso electoral quiero destacar por su importancia que el país le mostró al mundo que tiene puesto los pantalones largos de la democracia. Y eso de por sí es muy significativo. Cómo lo es, que el día antes de las elecciones el presidente viajó fuera del país a un evento familiar y que antes de pronunciar su discurso, tras la victoria, el mismo día de la culminación del proceso, haya recibido llamadas de los dos candidatos de la oposición más votados, reconociendo su triunfo. Y esa es una victoria de la democracia.

Eso indica que la lucha llevada a cabo por hombres y mujeres de la generación del 30, 40 y 50 no fue en vano, sino que logró prender en el sentimiento y la conciencia nacional. Que, aun faltando aspectos por mejorar, hemos avanzado y nos incorporamos al mundo civilizado del respeto a la democracia y la voluntad popular.

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El domingo todo sucedió como habíamos pronosticado en varios artículos: que Luis ganaría de manera holgada, por varias razones. Entre ellas, que además de su desempeño como presidente, se ha ganado la simpatía personal de una parte importante del país. Personal. Algo que nadie puede pasar por alto porque podría poncharse o equivocarse.

Otras razones que por prudencia no traté abiertamente, ya finalizado el proceso electoral, considero necesario ampliarlas. Por un lado, en un amplio sector de la sociedad partidaria opositora había una especie de sentimiento colectivo de culpabilidad; no hubo cohesión; la lucha política más bien se vislumbraba como un combate entre ellos mismos por ocupar el segundo lugar; lucían a la defensiva. Y mientras tanto Luis transitaba por todo el país llevando mensajes de paz y esperanzas.

Danilo, siendo un político experimentado y presidente por dos ocasiones, al parecer se obnubiló al no percatarse que en este país, el que no tiene posibilidades de alcanzar el poder pierde efervescencia. Además, que está harto demostrado que aquí ni el poder ni el liderazgo se transfieren. En el proceso Danilo actuó como si fuera la figura principal. Tenía un candidato joven que quienes lo conocen lo valoran positivamente, pero que no logró rebasar los linderos de una municipalidad. Y que además que no era el jefe de su partido. Y eso la población lo percibió, aunque los políticos no lo tomaron en cuenta. Lo que los debe llevar a una urgente reflexión.

Por otro lado, Leonel, con tanta o más experiencia que Danilo, me imagino que sabía que sin una estructura partidaria sus aspiraciones tenían limitaciones. Pero de alguna manera debería estar satisfecho con los resultados. Es más, muchos entienden que fue el gran ganador de la oposición.

Deseo aprovechar para reiterar lo que siempre he expresado, que la solidez de la democracia descansa, además de la conciencia ciudadana, en la solidez y madurez de los partidos. Que en la medida que los partidos sean fuertes igual lo será la democracia. En tal sentido, los resultados electorales deben llevar a todos los actores a analizar fríamente lo que acaba de ocurrir, para poder prepararse para el futuro. Sin obnubilarse ni olvidar las enseñanzas de la historia a que me he referido últimamente.

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