El paisaje, pasión pictórica de Santiago

El paisaje, pasión pictórica de Santiago

El paisaje es no solamente un género muy popular y que todos apreciamos, sino una palabra que, de manera excepcional, siempre se ha referido a un homenaje del arte a la naturaleza.

Después de la pintura de temas sagrados, ha constituido la primera expresión pictórica genuina en América Latina, a raíz de los viajeros documentalistas y de la búsqueda de una identidad nacional –siendo su manifestación primigenia en las artes visuales–.

Así mismo, el paisaje ha sido fuente de inspiración privilegiada en los inicios de una pintura nacional dominicana y testimonio de creatividad independiente de modelos europeos. Fueron obras fundamentales para los inicios de un arte auténticamente local.

La naturaleza llevada a la obra pictórica sigue deleitando la sensibilidad, pero el creador dominicano contemporáneo se ha distanciado del paisaje tradicional, y muy raras veces será tema de una exposición. ¡Los paisajes, hoy, se vuelven a menudo “interiores” y no se impregnan de la naturaleza!
El impresionante paisajismo de Santiago. Observador de la naturaleza, inclinado hacia las atmósferas naturales, fascinado por la vegetación exuberante como por los ríos y las cañadas, el pintor de Santiago, espontáneamente ecologista, transmuta y transmite una naturaleza espectacular. Hay una verdadera

“Escuela de Santiago”, identificada con y por el paisaje.
En sus interpretaciones, el artista asocia el medio ambiente a su estilo personal, lo hace todavía más refrescante y frondoso. Comunica a la campiña montañosa una impresionante dimensión pictórica, hasta le agregaríamos connotaciones conceptuales de edén tropical…
Mundo exterior del paisaje y mundo interior del autor se juntan: el artista demuestra que un paisajista puede, con éxito, afiliarse a realismo, romanticismo y neo-impresionismo, una versión mixta y, según el espectáculo, puede predominar uno u otro estilo.
Nos sobrecoge el dúo del color y de la naturaleza: rojo mágico de flamboyanes, verdor versátil de arboledas, agua espejo o turbulenta cuyos azules compiten con los del cielo. El dibujo permanece, subyacente, y los planos diseñan una geometría sensible que ordena libremente la composición.

“pintor de monte adentro”, no de ciudades, ni de playas, mar y cocoteros … Hay un lenguaje propio entre legado académico, soltura y lirismo, hasta en los artistas autodidactas.
Yoryi Morel y otros artistas prominentes. Santiago y el terruño triunfan en la pintura. El sitial le corresponde a Yoryi Morel, nacional y nacionalista, regional y regionalista, que proyecta, en sus lienzos, una maestría universal. La naturaleza despliega flamboyanes llameantes –¡casi un pleonasmo!–, follajes, parque, cordillera, río, camino, casitas… Dentro o afuera, vive la gente: procesiones de devotos, fiestones de música y goce, afán de lavanderas y marchantas. Nuestro impresionista cibaeño, de admirable libertad, podía llegar hasta un expresionismo efusivo.

Sin embargo, la justa apología al genio de Yoryi no deja olvidar a otros grandes paisajistas. Vivió cien años fructíferos, aquel pintor del “Santiago adentro”, Federico Izquierdo, sus escenarios luminosos, rimando ritmos con tradiciones, cobijados por la Catedral, mientras Jacinto Domínguez impone su dominio del espacio y una volubilidad interpretativa, cuya vehemencia en factura y colorido exalta mirada y atmósfera inconfundibles.
Desde fines del siglo XIX, Santiago ha sido cuna del arte, con decenas de talentos importantes que han desarrollado el tema del paisaje, generación tras generación, al menos en un período y una parte de su producción, así el universitario Grupo Friordano que ha dejado su huella. De ese núcleo experimental formaba parte Danilo de los Santos –pintando como “Danicel”– nuestro historiador del arte y mayor especialista en la investigación sobre paisajismo dominicano.
Concluimos esta reseña afirmando que la belleza del paisaje cibaeño es una riqueza artística nacional.

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