El palmito de Progressio

El palmito de Progressio

PEDRO GIL ITURBIDES
La Fundación para el Desarrollo Humano Progressio tiene palmito hasta irse de boca. No es el palmito de la palma real, sino de pejibaye. Esta última es endémica de la parte central del continente, y fue introducida por la Fundación cuatro lustros atrás. Palmácea de suelos ubérrimos y zonas de vida húmeda, se adaptó rápidamente al ambiente de Doña María en el Municipio de Cevicos. Esta subregión en el nordeste central es alta y montuosa, colocada en el camino de los vientos alisios.

De manera que ha prosperado de modo extraordinario en los lugares escogidos por la Fundación para estudiar su adopción local. Pero se ha reproducido con tanto vigor que ahora las palmas producen palmito por encima de la demanda de un mercado que recurre muy escasamente a la creación culinaria. Pero lo más llamativo es que el palmito fue plato común en todas las mesas de pobres y ricos cuando podíamos aniquilar la palma real. Ahora que nos encontramos a las puertas de salvar esta especie propia de La Española, ya no queremos palmito.

El pejibaye le lleva enorme ventaja a palmas dominicanas como el corozo o la palma real. El palmito de éstas se extrae al tumbar las palmas. Aquella en cambio, permite que se le arranque el palmito, y medio año después se ha reproducido y en condiciones de ofrecer el producto. Su sabor es muy similar al del corazón de la palma real, aunque de una circunferencia menor. Puede prepararse del mismo modo en que nuestras familias preparaban en el pasado, el palmito criollo.

Más extrañeza debe provocarnos el hecho de que se importa palmito de los Estados Unidos, del Brasil y de países del sureste asiático.

Admito que el sábado busqué en un supermercado -antes de escribir este trabajo- latas del palmito importado, y no las encontré. No fue una búsqueda exhaustiva. Pero años ha, la mesa de mi casa llegó a tener palmito brasileño y tailandés, común en aparadores de casas de comercio. De modo que no me extrañaría que otras mesas, en donde aún este plato importado puede degustarse, lo encuentren en los anaqueles en que no los hallé.

¿Qué nos ocurre? No creo que exista entre nosotros una tendencia perniciosa, que nos induzca a comprar palmito de la palma real, a sabiendas de que condenamos esta familia vegetal a su extinción. Porque su reproducción precisa de paciente labor, y las urgencias del mundo de hoy son poco propicias a las prolongadas esperas. Por eso contemplamos palmas reales de los campos de Sabana Grande de Boyá en paseos de avenidas y parques de Santo Domingo. Es más fácil para los funcionarios este costoso traslado que disponer que la frutilla sea sembrada para esperar su germinación y crecimiento.

Por eso tenemos que respaldar a la Fundación Progressio. Si en vez de ayudarla a comercializar la producción del palmito de pejibaye la abandonamos a su suerte, otros proyectos quedarán estancados. Debe recordarse que Progressio no ha sembrado únicamente pejibaye, sino que ha servido para defender una reserva casi virgen de ébano verde. También ha enseñado a familias de varias zonas rurales a convivir con el árbol, aprovecharse del bosque y apoyar su expansión en vez de la tala de las especies. Por ello sugiero, en lo inmediato, su consumo en los comedores económicos del Gobierno.

El palmito bien guisado con tomates de cocinar, y tal vez mezclado con carnes, no es nada nuevo en la mesa del dominicano. Tampoco es aditamento extraño en las ensaladas, y la hotelería del “todo incluido” bien podría recurrir al palmito de pejibaye, porque se afirma que tiene propiedades salutíferas. De hecho, los brasileños lo venden en Europa, porque se ha difundido esta especie, que no es descartable.

Respaldemos el esfuerzo de Progressio, que es una forma de evitar que desaprensivos hermanos nuestros aniquilen la población de la palma real.

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