El pánico provocó el tsunami cibaeño

El pánico provocó el tsunami cibaeño

FABIO R. HERRERA-MINIÑO
La madrugada del 12 de diciembre pasará a los anales de la historia de Santiago y del país como la fatídica fecha en que las aguas del Yaque del Norte arrasaron con furia barrios de la ciudad corazón, dejando una estela de muertes, propiedades destruidas y el temor arraigado en millares de personas que sobrevivieron a la enorme riada, que proveniente desde la presa de Tavera, dejó sentir su furia hasta los confines de la Línea Noroeste.

La tormenta Olga estaba dejando caer un volumen considerable de agua desde el pasado sábado 8 en Puerto Rico y avanzaba rápidamente a la Hispaniola, con lo que en previsión de un calamitoso encuentro, y con la memoria demasiado fresca de lo ocurrido con Noel en octubre pasado, provocaban muchos temores, aún cuando se decía, en la noche del pasado domingo 9, que la misma no sería de una intensidad similar.

El vaso de la presa de Tavera se encontraba repleto desde lo ocurrido con Noel, y en consecuencia, las autoridades adoptaron la fórmula de que el mismo volumen de agua, de unos 400 metros cúbicos por segundo que entraba, era el que desaguaba según informaron, ya fuera mediante su conversión en energía o fluyendo por las compuertas. En ningún momento del domingo 9, y conociendo la intensidad de la tormenta que se avecinaba, a las autoridades se le ocurrió aumentar la descarga de aguas abajo de la presa para no producir una creciente, acción que se comenzó a hacer precipitadamente el martes en la noche, cuando la hecatombe era inminente.

La idea de bajar el nivel del embalse o vaso de la presa no estaba en los planes de los responsables, ya que la prioridad en Tavera es producir mucha energía y en ese momento había felicidad en la CDEE que tenía sus turbinas a plena capacidad, al tener el embalse repleto, para ofertar una energía barata. Por lo tanto, sugerir que se bajara desde el domingo el nivel del agua en el lago de la presa era una herejía que no podía mencionarse y, por tanto, solo se permitía desaguar el mismo volumen de agua que entrara, o sea que el nivel del lago estaba en los 325 metros sobre el nivel del mar el día de la tragedia.

Además, para cualquier autoridad, ordenar que se bajara de inmediato desde el domingo 9 el nivel del lago, para disponer de mayor capacidad de almacenamiento, era menguar el caudal del acueducto del Cibao Central, disminuir el agua para riego, y lo principal era reducir la capacidad de generación eléctrica de las turbinas de la central de Tavera.

El pánico se apoderó de la llamada comisión de operación de las presas, donde las decisiones, por lo que se ha oído, están supeditadas a los intereses de la energía producida, por lo que el INDRHI se somete a las órdenes de quien representa a la CDEE. De ahí que a la hora de ordenar el desagüe precipitado de los 6,600 metros cúbicos por segundo, explotó después de estar jugando con la posibilidad de que no llegara la tormenta; el pánico dominó a las autoridades que se vieron desbordadas por el tsunami cibaeño, cuyas consecuencias se lamentarán por años.

La lección importante es que, desde ahora, el famoso protocolo que según existe por la operación en emergencia de las presas, se revise y se descarte el afán de la CDEEE de contar con mucha agua en los embalses para generar electricidad, sin importar las consecuencias para la vida de tal tozudez. De ahí que el INDRHI debe ser la voz responsable de las presas, de manera que se puedan preparar los embalses para las contingencias y pretender almacenar agua, bajo la creencia de que los fenómenos atmosféricos no harán su aparición y no ocurran cataclismos como el pasado día 12. Cuando se inicie la temporada ciclónica, el protocolo revisado debe establecer como prioritario el reducir el nivel de los lagos de las presas. Así estará disponible una capacidad de almacenamiento adicional que asimile cualquier aumento de caudal inesperado de los ríos al paso de las tormentas o huracanes, que ahora serán más frecuentes con el cambio climático que aceleradamente está modificando los patrones del tiempo de manera imprevisible.

Ya es hora de que con tantos años de operación de las presas se entienda que por encima de la avaricia de generar energía barata para la CDEE, no para los consumidores, que la vida y propiedades es lo más importante para no ver de nuevo tragedias similares en otras presas de tierra, que no pueden verter por encima de su cresta o tope superior.

El protocolo de operación de las presas debe estipular que la seguridad de la vida y propiedades debe ser primordial, aún cuando existen intereses esenciales para el agua de beber o para riego, así como producir energía barata. Por eso, aguardar hasta el extremo para vaciar el lago de las presas, esperando el milagro de que las lluvias no llegarán como se pronostica, es una práctica que, de ahora en adelante, debe desaparecer.

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