El pánico y sus consecuencias

El pánico y sus consecuencias

Los trastornos de ansiedad y la depresión son las afecciones que más se presentan en la consulta de atención primaria y en las especialidades médicas, pero de cada 10 pacientes, 7 no son diagnosticados y no reciben tratamientos adecuados. ¿Cuántas personas visitan al cardiólogo por dolor de pecho, taquicardia, calambre, sensación de mareo, desesperación, intranquilidad, pero sobre todo, el gran miedo a la muerte súbita, el infarto o el accidente cerebro vascular? Sin embargo, después de estudio, todo está bien, es decir, no hay nada orgánico a qué temer. Al continuar la ansiedad, el miedo y la sensación de mareo, suelen visitar un neurólogo, quien después de examen y chequeos con tomografía le dice que su celebro está normal. Así se comporta el paciente con trastorno de ansiedad, experimenta síntomas generalizados desde la cabeza, estómago, piernas y sensación de ahogamiento. Pero lo más angustioso son sus propios pensamientos anticipatorios y condicionados a todo lo peor. Siempre piensa en la clínica más cercana, en la emergencia y en el temor a la muerte. Es una angustia existencial, anticipatoria e inminente que no lo deja vivir tranquilo. Los ataques de pánico a veces están precedidos de situaciones estresantes traumáticas, pero en otras circunstancia están registradas de forma inconsciente, aunque quedan registradas en el hipocampo, en las amígdalas cerebrales y en la memoria. Esa sensación de temor, de miedo, de angustia y de que algo malo va a pasar, lo cual no sé, pero lo vivo, lo siento y lo experimento como algo grande y desagradable se llama: ataque de pánico.
Esa angustia no viene sola, se acompaña de episodios breves de depresión y de somatización. Más frecuente en adultos jóvenes, en mujeres y en personas con tendencia a la sobre exigencia, a la psicorigides y a la perfección.
Cada ser humano tiene que poseer la fortaleza, las habilidades y destrezas de manejar sus factores estresantes, su expectativa de vida y aquellas circunstancias vitales: duelos, pérdida de trabajo, conflictos laborales, conflictos grupales e interpersonales, económicos y psicosociales.
En cada experiencia hay que usar el razonamiento, la flexibilidad y la capacidad de tomar distanciamiento emocional positivo, para no colapsar.
El mundo de hoy y la sociedad del momento son desiguales y estresantes, proporcionan el miedo, la inseguridad, la fragilidad, el temor y la angustia en el no saber cómo se termina la existencia, ni cómo se enfrenta una enfermedad crónica no transmisible, o qué tan mal se muere y de qué se muere. Por otro lado, se vive el pánico, por el desafecto, el desapego, por la anemia emocional y la falta de vínculo, de fidelidad en la que se vive en la posmodernidad. Hay pánico por soledad, por el miedo al abandono, por la incertidumbre de no saber cómo se socializa en la vida competitiva, ni de qué circunstancia somos víctimas. La filosofía, la sociología, la psicología y la psiquiatría que le busque remedios; ya que las ciencias sociales y económicas le han dejado su respuesta al mercado. ¿Cómo no aumentar el pánico, el miedo, la depresión, los trastornos de ansiedad y la somatización? Hoy vivimos en sociedades que derrotan la existencia y la autoestima a los inseguros, vulnerables y los de pobre identindidad.
Solo aquellos que han de entender esta posmodernidad y este proceso de deshumanización colectiva parecen menos angustiados. El ataque de pánico disminuye la calidad y calidez de vida; compromete la salud física y mental. Pero hay algo de esperanza, se cura, se supera, se aprende a modificar las formas de pensar y vivir. Pero sobre todo, se modifica la conducta, la mentalidad y el miedo.

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