El panorama político dominicano

<p>El panorama político dominicano</p>

MANUEL MORA SERRANO
Quien escribe ha sido un “convidado de piedra” y mientras transcurren las jornadas electorales ha vivido un envidiable y hermoso “nirvana” político

Como muchos de su generación no ha militado activamente en ningún partido político de los que surgieron después de 1961, aunque haya manifestado simpatías por este o aquel otro candidato o gobernante, concluyendo, casi siempre, en las consabidas decepciones. Y ya no militará, porque en plena madurez, en el otoño de la vida, sería ridículo inscribirse en uno de los que existen o de los que puedan surgir en el futuro.

Vivirá y morirá sin compromisos políticos y por eso observa desde “la barrera” esta especie de corrida de toros que parece el próximo torneo electoral, salvo el aislado caso de Milagros Ortiz, única mujer en medio del ruedo.

Ver el asunto desde lejos, aunque uno sienta la realidad de cerca cuando alguno de esos pretendientes ‘se casen con la historia’ y sus nombres aparezcan en la galería de presidentes. Vote o no, “será como la liebre que salta libre en el monte mientras la jauría retoza en el patio del cazador, pero no escapará” según la cruel parábola de Franz Kafka. Así, por acción u omisión no se librará al desastre esperado o será, quiera o no, cómplice o víctima callada de “lo que vendrá después”.

Eso es lo que lo autoriza a exponer su impresión del actual panorama político dominicano.

Su correo de Internet recibe mensajes y cartas, informes y otras lindezas de algunos candidatos y políticos desesperados que entienden que con estas molestias van a ganar su apoyo o su voto. Grave error. Ese bombardeo de basura molesta, intranquiliza y desespera. Siempre se tiene la ilusión cuando se abre su ‘sitio’, que se va encontrar algo amable y decente, alguna carta cariñosa de un amigo o familiar y no esa estúpida y horrible propaganda que causa náuseas.

Por otro lado, en la radio, en la televisión y en los periódicos aparecen retratos y propagandas electoreras, pero, para los ‘indiferentes’ o los que como tales uno se cree, ninguno de esos candidatos tiene un discurso coherente o nos ofrece detallada y explícitamente su oferta electoral.

Es lícito en la democracia atacar a los que gobiernen y decir que todo lo que haga el de turno es malo. Así funciona la oposición, pero lo que espera el electorado es que le digan claramente lo que los futuros van a hacer. Que no le hagan sólo fijar la vista en lo que está haciendo el que gobierna, porque es una manera de mantener la atención sobre él, sino que hagan ver, más allá, lo que ellos piensan hacer si llegan a mandar.

En otras palabras, hasta ahora, a pesar del bombardeo de Internet o por los medios masivos de comunicación, ninguno de los que aspiran, (salvo en algo, la una), nos han dicho lo que piensan hacer para merecer los votos para sentarse en la famosa silla.

A veces tiene uno la mala suerte de escuchar en la calle, en los carros y guaguas del transporte público en los cuales se mueve el pueblo, a los comunicadores que deberían ser imparciales, totalmente parcializados como políticos militantes y no como personas sensatas que informan con ecuanimidad a sus oyentes.

Entonces ocurre que se quedan con sus parciales y no convencen a los contrarios, como debería ser la aspiración; ni a la mayoría que no sabe aún por quién votar.

Gobernar democráticamente un país así, debe ser una tarea difícil con tanta lengua suelta abusando de la libertad de expresión corrompiendo el idioma y dando malos ejemplos a los niños sobre todo, que quieran o no, escuchan esos programas cuando a todo volumen los sintonizan sus padres o los choferes politizados.

A pesar de todo, es mil veces preferible ese libertinaje lingüístico a cualquier tipo de mordaza. Sin embargo, uno quisiera leer y escuchar, más que a estos parlanchines pagados, el discurso de los aspirantes. No sólo ver sus rostros en letreros y en anuncios, sino diciéndonos lo que ellos harán si llegan adonde quieren. No con simples y hueras promesas electoreras, con un programa de gobierno coherente y sostenible. Que hablen, porque hasta “los convidados de piedra” quieren oírlos para decidir en mayo del 2008 cuando vayan a votar, por quién hacerlo conscientemente.

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