El Papa en España: cruzada contra  el laicismo

El Papa en España: cruzada contra  el laicismo

La visita del Papa a las ciudades españolas de Barcelona y Santiago de  Compostela, estuvo sujeta a ciertas polémicas derivadas del excesivo coste económico que significaba para ambas ciudades y para el Estado.

Ahora bien, lo que hay que destacar de la visita no es la acogida desigual que se saldó con una presencia de público inferior a las expectativas creadas. Lo realmente importante es el precedente creado por Benedicto XVI al denunciar el peligro tremendo que representa el laicismo en España.

Tuvo la osadía de comparar la situación actual con la existente durante la Segunda República, y especialmente, durante el alzamiento franquista contra las autoridades democráticas, que conllevó una oleada anticlerical que se manifestó en la quema de iglesias y la persecución y muerte de sacerdotes, por los sectores más radicales o extremistas.

Intentar comparar una situación caracterizada por los extremismos de una parte y de otra, es una ucronía, y un perfecto disparate historiográfico. Aunque la Constitución democrática de 1978 estableció un estado no confesional y laico, la Iglesia católica sigue disfrutando de privilegios, que no tiene en otros países de tradición democrática como el Reino Unido, Francia, Alemania, Estados Unidos de América y, tampoco, en la muy católica  Bélgica.

La iglesia sigue beneficiándose de un concordato establecido durante el régimen franquista, periodo en el cual, debemos recordar, el dictador era paseado “bajo palio” por la santa Iglesia y las homilías eran verdaderos lavados de cerebros para tratar de que se aceptaran las ideas nacional-católicas y el régimen ultra conservador y autoritario.

La contrapartida de ese apoyo casi sin fisuras fue, entre otros, la entrega del sistema educativo a la iglesia y el despido, y muchas veces la persecución de los maestros nacionales y el desmembramiento de las escuelas públicas. La enseñanza se convirtió en clasista y confesional y gran parte de los sectores populares se vieron excluidos del acceso a la enseñanza.

Hoy por hoy, la Iglesia sigue peleando con cara descompuesta por recuperar una situación de privilegio en la enseñanza, se opone a una asignatura de educación cívica o ciudadana, y exige que se siga enseñando la religión católica obligatoriamente a todos los alumnos.

Demostrando algo que sólo sorprende a los despistados o a los desmemoriados, la insaciabilidad que la caracteriza, cuando de reclamar privilegios y canonjías se trata.

Todo ello está en la raíz de los llamados contra el laicismo del Papa. Se trata de intentar detener la marcha inevitable hacia una mayor secularización, hacia un ejercicio efectivo de la libertad religiosa para todos, para los creyentes (del signo que sea, protestantes, judíos, musulmanes, y otras religiones orientales, etc.) y para los no creyentes.

También porque en los países considerados como “bastiones” del catolicismo europeo tradicional (España e Italia), hay datos que demuestran el retroceso del catolicismo, a favor, de actitudes agnósticas, ateas, o de la inclinación de ciertos segmentos hacia el protestantismo u otros credos.

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