El papel de la religión en la sociedad

El papel de la religión en la sociedad

TELÉSFORO ISAAC
Desde los albores de la civilización la religión ha jugado un papel preponderante en todos los pueblos del globo terráqueo.

La religión ha sido un dinamismo constante y perdurable en las manifestaciones de las creencias, experiencias y conductas de los seres humanos. Ha formado parte de las expresiones culturales y sociales en todos los conglomerados.

Las creencias y las prácticas religiosas son partes integrales de toda cultura y se impregna a todos los niveles de la sociedad; por tanto no se puede obviar fácilmente la presencia e influencia de la fe.

No importa en qué lugar nos encontramos, la dinámica religiosa estará allí latente, presente, activa y posiblemente con influencias muy marcadas en el Estado o gobierno; porque es manifestación del alma y sentimiento del fenómeno del injerto de la esencia misma de la Chispa Divina.

La iglesia organizada e institucionalizada siempre estará allí formando parte del Estado o del gobierno teniendo diferentes facetas y niveles. A veces puede ser rechazada, ignorada, suplantada o perseguida por motivos ideológicos o programáticos. Habrá una interrelación positiva o negativa atendiendo a este señalamiento.

Hay que tener una idea clara del papel que juega la religión en el pueblo y sopesar los beneficios compartidos entre los gobiernos y las instancias de las organizaciones eclesiales. Es bueno entender que toda cooperación entre las autoridades estatales o gubernamentales y eclesiales comienza con la aceptación mutua de las partes.

En caso de rechazo, suplantación, negación o desconocimiento de la religión de parte del Estado o gobierno, podría ser debido a contradicciones o entorpecimiento de la dinámica e ideales de sus propósitos.

En otras palabras los intereses del Estado y/o gobierno y los de la religión serán compatibles o paralelos con o sin interferencias disonantes que no incidan negativamente en ninguna de las partes.

No hay que argumentar que el fenómeno religioso debe tener su propia autonomía, aunque nunca haya que desligarse de su contexto social. Los profetas del Antiguo Testamento y Juan el Bautista del Nuevo Testamento son ejemplos inconfundibles de religiosos que vivieron y actuaron en la sociedad, manteniendo una independencia tal que les permitía cuestionar al pueblo, a los ricos que eran injustos, y aun al rey cuando éste era inmoral o cuando desobedecía las leyes de Dios.

Uno de los objetivos de las iglesias cristianas es la transformación de la sociedad; mas esto es difícil de lograr cuando la voz de la Iglesia es también la voz del Estado o del gobierno. Cuando este es el caso, sólo se escucha la voz religiosa «como metal que resuena» con ruido discordante.

Si las iglesias cristianas se unen o se confunden de modo convergente con el Estado, con el sistema de gobierno, o una posición social ajena a la naturaleza y principios básicos cristianos, ellas se incapacitan para ser «imagen y molde del reino de Dios». Su credibilidad se pone en duda y su influencia decrece y hasta puede desaparecer.

Todo movimiento religioso tiene una connotación ético-social, y por tanto, sabiéndolo o no, un interés político y económico. Atendiendo a esto, los líderes religiosos deben ser cuidadosos y poner primordialmente «su atención al reino de Dios» y no afanarse de sobremanera por enquistarse en el poder secular, y tener privilegios o prebendas estatales o gubernamentales a no ser para beneficio de la comunidad sin importar la afiliación eclesial.

Las ansias por el poder secular o la ambición desenfrenada, socavan la pureza de la santidad, debilitan la fortaleza espiritual, distorsionan la influencia, acortan el alcance de la voz y desdibujan la imagen de la religión organizada. En otras palabras, las iglesias deben tener una autonomía que permita una clara conciencia moral, una decidida voluntad de profetizar y así ser idóneas para señalar con autoridad: el camino de la verdad y de la justicia social.

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