El paradigma Henry Kissinger

El paradigma Henry Kissinger

SERGIO SARITA VALDEZ
Gueorgui Valentinovich Plejánov fue un pensador ruso de la segunda mitad del siglo XIX y principio del siglo XX, fundador de la corriente política socialdemócrata. Entre sus múltiples obras se destaca una especial para el presente trabajo titulada El papel del individuo en la historia, publicada en 1898. En dicho ensayo apunta Plejánov lo siguiente: «…gracias a las peculiaridades de su carácter, los individuos pueden influir en los destinos de la sociedad. A veces, la influencia es bastante considerable, pero tanto la posibilidad misma de esta influencia, como sus proporciones, son determinadas por la organización de la sociedad, por la correlación de las fuerzas que en ella actúan. El carácter del individuo constituye el «factor» del desarrollo social sólo allí, sólo entonces, y sólo en el grado en que lo permiten las relaciones sociales».

Esta introducción viene a colación a propósito de un nuevo libro escrito por Jeremi Suri, profesor de historia de la Universidad de Wisconsin. La obra lleva como nombre Henry Kissinger y el siglo americano, publicada en el 2007 por la editora The Belknap Press of Harvard University Press. Según resalta el autor no se trata de una biografía tradicional acerca de este judío alemán nacido el 27 de mayo de 1923 en el poblado de Fur, Franconia, cuyo padre era maestro de escuela. Refiere que Henry apenas alcanzaba los nueve años cuando Adolfo Hitler y su partido nazi llegaron al poder. En 1938 su familia emigró a Nueva York y cinco años después Kissinger se hizo ciudadano norteamericano al ingresar al ejército estadounidense.

Sus sueños de niño fueron los de convertir a la nación alemana en un paraíso de bienestar para el pueblo, a través de la acción de un grupo de intelectuales muy cultos. En el orden emocional, Suri lo describe como un joven incapaz de mantener una amistad duradera con los demás estudiantes, así como de un estilo reservado, desconfiado y ambicioso. Subraya que Kissinger desarrolló una mente poderosa, devoradora de enormes cantidades de información. Henry solía plantear serios argumentos y proponía complejas soluciones aún cuando se trataba de problemas prácticos. Fue un fiel admirador del pensamiento político de Metternich en lo concerniente a manipular las relaciones con sus superiores y sus contrapartes. De este último dirigente austríaco a Kissinger le gustaba resaltar la siguiente reflexión: «A todo el mundo le gusta lograr algo pero pocas veces le aflora la más mínima idea de cómo conseguirlo, pero lo intrigante del caso es que casi nadie sabe cómo alcanzar lo deseado. Debido a que yo sé lo que quiero y conozco la capacidad de los otros, entonces estoy completamente preparado para lograr mis objetivos».

La vida de Henry Kissinger ha estado basada en principios acompañados de la suficiente flexibilidad para adecuar los medios disponibles en el acto para alcanzar las metas propuestas. En uno de sus escritos, el otrora Secretario de la Presidencia durante el gobierno de Nixon define al líder heroico como: aquella persona capaz de ligar la experiencia total de la sociedad con su visión y que conecta la tradición con el futuro. A juicio del autor, Kissinger durante la época de la guerra fría evidenció una amplia sensibilidad histórica, pero no pudo evitar ser una víctima de sus propias limitantes.

Jeremi es implacable en su apreciación de la administración de Richard Nixon. Considera que en la retórica acostumbrada y su diaria conducta, Nixon actuaba más como gánster que como un jefe de Estado. Expresa que «como todos los gánsteres, Nixon rehusaba respetar los límites de la privacidad de sus servidores. Kissinger trabajaba para un hombre que le demandaba permanecer de servicio las 24 horas, amén de tener que estar dispuesto a cargar con todos los resabios de su jefe, así como a reforzar la autoestima del mandatario». Agrega que Kissinger jugó un papel de sicofante al servicio de un presidente mercurial y que, juntos, transformaron la Casa Blanca en una madriguera de gánsteres, en lugar de ser un sitio para serias deliberaciones políticas.

Concluye el autor de Henry Kissinger y el Siglo Americano asegurando que millares de personas murieron producto de las actividades del biografiado. Ellas comprenden la etapa final de la guerra de Vietnam y el golpe de Estado chileno al gobierno de la Unidad Popular de Salvador Allende. Sentencia que Kissinger fue un hombre que cometió muchos errores circunstanciales pero que no fue un criminal de guerra.

Volviendo a Plejánov recordemos que éste tomó el ejemplo de Napoleón Bonaparte para ilustrar su tesis de que las circunstancias acomodan a los hombres en los sucesos de la historia. Para ello transcribimos el siguiente párrafo del ensayo arriba mencionado: «De Bonaparte empezó a hablarse más tarde, y si se hubiera muerto como Jourdán, ni siquiera se habría hablado de él, y habríase recurrido a cualquier otra «espada». De suyo se comprende que el hombre llamado por los acontecimientos a jugar el papel de dictador, por su parte, tuvo que abrirse camino infatigablemente hacia el Poder, echando a un lado y aplastando implacablemente a cuantos eran para él un estorbo. Bonaparte poseía una energía de hierro y no se detenía ante nada con tal de lograr el fin propuesto. Pero él no era el único egoísta lleno de energía, de talento y de ambición. El puesto que llegó a ocupar no habría quedado vacío».

De no haber encontrado Nixon a Henry Kissinger por sus alrededores, de seguro que otro talento afín, hubiese ocupado su lugar en semejantes circunstancias, agravadas por el escándalo de Watergate.

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