El 11 de este mes se celebró el “Día Mundial del Parkinson”. Como neurólogo interesado en el tema tuvimos la oportunidad de celebrarlo de la mejor manera, con un evento científico, en una elegante noche en el hotel El Embajador donde se nos presentó a la Sociedad de Neurología y Neurocirugía, una alternativa de medicación, el “Sifrol ER”, que es una variante de pramipexol, difiriendo en que este último es de liberación prolongada. Viene a ayudar pues tenemos una nueva alternativa en el manejo medicamentoso del paciente con esta enfermedad cerebral degenerativa y crónica.
Dos conferencias muy interesantes fueron dictadas por las neurólogas mexicanas Minerva López Ruiz y Mayela Rodríguez Violante. La primera preside la Academia Mexicana de Neurología y la segunda es jefa de la Clínica de Movimientos Anormales del Instituto de Neurología de la ciudad de México. Un verdadero banquete neurocientífico, donde se enfocó la fisiología de la enfermedad y nos presentaron una serie de casos muy ilustrativos acerca de esta entidad del temblor y la rigidez.
La enfermedad de Parkinson es una entidad degenerativa del cerebro, que se caracteriza por tres aspectos de importancia: temblor, rigidez y disminución de los movimientos. La padecen unos 10 millones en el mundo, en nuestro país no tenemos sus estadísticas pero si asumimos que en México con una población de 122 millones, tienen unos 500 mil sufriendo alguna forma de la enfermedad, nosotros que somos unos 10 millones supuestamente tendríamos unos 40 mil padeciendo dicha patología, cifra que a mi humilde entender es demasiado elevada. Sabemos que esta entidad afecta principalmente a pacientes después de los 60 años.
Mientras las inteligentes damas nos platicaban, me transporté a dos momentos relevantes que he vivido relacionados con esta enfermedad que debe su nombre al médico inglés Sir James Parkinson (1755-1824), quien presentó en el 1817 ante la Sociedad Real de Médicos de Inglaterra su experiencia con seis pacientes padeciendo lo que él llamó en la ocasión “Parálisis Agitante”. El primer grato recuerdo fue que en la biblioteca del Instituto de Neurología de Londres, donde tuve la dicha de leer las notas originales de esa histórica monografía de 66 páginas: “An Essay on the shaking palsy”. Recuerdo la descripción del primer paciente que detalló: un jardinero de unos 55 años, en ningún momento mencionó la rigidez que acompaña a gran parte de estos pacientes, pero sí el temblor. Él consideró que era un problema de la sangre y que se debía tratar con sanguijuelas para extraer “el mal”. Sabemos hoy que la razón de la enfermedad es la alteración degenerativa que se produce en el cerebro principalmente en los llamados Ganglios Basales, que son unas “avellanas” de sustancia gris, situadas en la profundidad de nuestros cerebros y que tienen control de los movimientos, donde una sustancia neurotransmisora llamada Dopamina es la protagonista, alterando su aprovechamiento la disfunción secundaria a la modificación neurológica degenerativa de esas áreas cerebrales basales.
Lejos estaba el distinguido galeno inglés de disponer por ejemplo, de la Tomografía con Emisión de Positrón, máxime la con fluorodeoxyglucosa, la que nos puede mostrar los daños en esas áreas cerebrales que usan la dopamina como neurotransmisor, años antes de que el paciente debute con los síntomas que caracterizan la enfermedad. Las neurocientistas mexicanas concluyeron, que el uso de la L-Dopa (precursora de la dopamina) debe retardarse lo más posible y mucho más en pacientes que inician la enfermedad de Parkinson a temprana edad, por los efectos posteriores que tiene esta terapia.