Hoy disponemos de varias alternativas terapéuticas para su tratamiento
El mes de abril fue celebrado el «Día de Parkinson», dado que el pasado 11 está consignada esta celebración por la Organización Mundial de la Salud (OMS). Esta es una enfermedad secundaria a la alteración de la Dopamina en los ganglios basales y es considerada la segunda enfermedad degenerativa del Sistema Nervioso precedida solo por la enfermedad de Alzheimer.
Se caracteriza principalmente por rigidez muscular, enlentecimiento en sus movimientos al moverse y caminar e inestabilidad con un equilibrio deficiente y depresión emocional.
En ocasiones no está presente el temblor clásico sino alteraciones del olfato (sin covid), dolores musculares inespecíficos o cambios en la escritura entonces podemos hacer el diagnóstico de esta enfermedad, principalmente después de los 60 años.
Si hay una enfermedad en neurología donde se necesita del “arte y la inteligencia” de las que hablaban los antiguos maestros iniciadores de esta carrera médica, es en la enfermedad de Parkinson.
No solo por su difícil diagnóstico temprano en sus estados iniciales, sino por sus grandes fluctuaciones clínicas, que incluyen, además del temblor, aspectos psicológicos y conductuales de importancia.
Recientemente, el neurólogo amigo, el profesor inglés Andrew Leeds publicó sus investigaciones sobre una encuesta hecha en el Instituto de Neurología de Londres y aún en el hospital Queen Square, uno de los centros de mayor prestigio en el campo de las neurociencias, donde tuvimos la oportunidad de formarnos en este campo de la neurología, en la cual se puso en evidencia que se cometían algunos errores de diagnóstico en los inicios de la enfermedad.
Claro que nos estamos refiriendo a unas etapas mucho antes de que los temblores, la rigidez, la voz baja, la lentitud de movimientos, la inflexibilidad, le ponen a esta condición la etiqueta del dictamen diagnóstico, ya que en esos períodos avanzados, es el paciente o son los familiares quienes le dicen al médico cuál es el aserto de esta dolencia degenerativa.
Recuerdo una paciente nuestra, que debutó con alucinaciones visuales nocturnas, “veía” figuras humanas deformes, nunca la aterrorizaban, episodios de confusión, luego sensaciones de “hormigueos” no bien localizados, se presentaron por igual severos dolores musculares inespecíficos, que no encajaban en ninguna entidad reumatológica, gran disminución de su olfacción, y por último le rebotaban los cheques del banco porque su firma le había “cambiado”.
Al visitarnos, con estos elementos y las pruebas pertinentes de exclusión, le hicimos el diagnóstico de Enfermedad de Parkinson. Como se disponían de los recursos, lógicamente se montó en el avión, y en la ciudad de Miami un colega neurólogo antagonizó con nuestra presunción diagnóstica (tal vez fue el brillante Dr. “Chuffing”) y ella no recibió tratamiento por muchos meses.
Les resumo: volvió con nosotros, era un Parkinson con demencia, el Dr. Silié Ruiz, su servidor, tenía la razón, pero se perdió un tiempo vital en iniciarle el tratamiento.
El tratamiento con la Levodopa se inicia hace más de 40 años, pero sigue siendo muy útil, hoy disponemos de varias alternativas terapéuticas para su tratamiento.
Es a nosotros como neurólogos que nos toca su complicado manejo y debemos elegir, entre dos males, el menor; al final esa es la función del médico. Esta enfermedad fue descrita inicialmente en unos 6 pacientes fue detallada por primera vez por James Parkinson quien era un médico clínico, sociólogo y botánico.
Pero se conoce esta enfermedad desde hace miles de años, ya que existen cuatro textos vedas escritos en sánscrito donde aparecen consejos para su tratamiento.
Un papiro egipcio de la XIX dinastía alude a un rey al que con la edad «se le había aflojado la boca y escupía constantemente».
Parkinson publicó el libro que le dio la fama «An Essay on the Shaking Palsy»(investigación en la Parálisis Agitante, 1817). Él nació y vivió en el condado de Shoreditch, barrio de Londres.
Visitamos su casa hace ya unos años, convertida en museo cerca de la iglesia de San Leonardo, donde están expuestas sus publicaciones originales y sus primeras notas sobre esta enfermedad degenerativa.