La presión de la industria turística mal planificada, capitales especulativos e inversiones peregrinas que sólo ven ganancias sin reparar en los costos ecológicos y ambientales, está amenazando seriamente los parques nacionales especialmente los que poseen costas.
Recientemente le tocó al Parque Nacional del Este que estuvo bajo la presión de intereses foráneos de la industria turística sobre sus playas que son de las mejores del país.
Para lograrlo hay empresas que tratan de agenciarse a través del Poder Ejecutivo decretos a su favor par utilizar áreas notables de zonas protegidas, sin ningún reparo en cuanto al interés nacional de preservar los ecosistemas.
Afortunadamente, la Ley General de Medio Ambiente y Recursos Naturales, además de ratificar el decreto 1311/75 que crea el Parque Nacional del Este, es categórica en el artículo 34 párrafo III al decir que hasta que no sea promulgada la Ley Sectorial de Areas Protegidas y Biodiversidad no se permitirá niguna modificación del Sistema Nacional de Areas Protegidas.
Por lo menos, esta disposición salva al Sistema de Areas Protegidas de cualquier intento de mutilación.
El Parque Nacional del Este es uno de los más conservados del área del Caribe. Sus condiciones naturales casi se han mantenido inalteradas debido a su relativo aislamiento.
Está protegido por la legislación dominicana desde el 16 de septiembre de 1975, y su componente territorial es básicamente una península con forma de trapezoide con una extensión aproximada de 25 kilómetros en su parte más ancha.
También incluye la isla Saona separada de tierra firme por el canal de Catuano.
Abarca parte de los municipios de Bayahíbe y Boca de Yuma en la provincia Altagracia. Constituye el parque nacional más visitado en la actualidad: recibe alrededor de 300 mil turistas por sus múltiples componentes como riqueza paisajística, importancia cultural y biológica.
Según el inventario existente en la Secretaría de Estado de Medio Ambiente y Recursos Naturales, han sido reportadas 572 especies vegetales de las cuales 484 son nativas, 53 endémicas y 35 introducidas, entre ellas la rosa de Bayahíbe (pereskia quisqueyana), que consiste en una cactácea con hojas.
Este parque es codiciable por sus extensas y hermosas playas de arena de color amarillo franqueadas por formaciones importantes de arrecifes coralinos.
Sin embargo, el valor de los recursos naturales es inestimable y no tiene costo alguno. Cualquier inversión turística que no los respete, por cuantiosa que sea, el daño sería irreversible.
En estos tiempos se demanda un turismo ambientalmente sostenible, que se podría hacer siempre y cuando se cuente con una legislación adecuada como el proyecto de Ley Sectorial de Areas Protegidas que aún está en el Congreso y que se requiere ya de su aprobación.
Uno de los principios fundamentales que se establece en ese proyecto es que las áres públicas que se encuentren bajo el régimen legal de protección del Sistema Nacional de Areas Protegidas constituyen un componente inalienable, imprescriptible e inembargable del patrimonio estatal y no son transferibles en propiedad a ningún individuo, Estado, nación o ciudadano bajo ninguna circunstancia.
En su artículo 5 párrafo 7 establece que las actividades humanas en las áreas protegidas, en particular aquellas relacionadas con el turismo, deberán ajustarse a las normas científico técnicas emitidas por la Secretaría de Estado de Medio Ambiente y las demás entidades públicas competentes, para garantizar el mantenimiento de los procesos ecológicos vitales y asegurar la permanencia y sostenibilidad.
Asimismo, que cualquier economía para poder ser sostenible debe basar necesariamente su desarrollo en la preservación de los recursos naturales y culturales.
Por ejemplo, en los parques nacionales que constituyen la categoría tres en el proyecto, se permiten los usos de investigación científica y para infraestructuras de uso público y de turismo con características definidas por el Plan de Manejo y autorizadas por la Secretaría de Medio Ambiente.
[b]PATRIMONIO CULTURAL[/b]
La riqueza cultural del Parque Nacional del Este aún no ha sido estudiada. En su territorio se concentra casi todo el legado cultural taíno expresado en las cavernas.
Por ejemplo, la cueva de José María es un centro ceremonial con más de 1,200 pinturas taínas y 16 petroglifos, según nos cuenta el arqueólogo Adolfo López Belando en su obra El Arte en la Penumbra.
En esta cueva se pueden observar todas las características de los artistas aborígenes con pinturas zoomorfas (animales), antropomorfas (formas humanas), fitomorfas (formas vegetales), y de orígenes abstractos.
En tramos de la cueva se pueden observar murales espectaculares de varios metros de altura con pictografías.
Se han reportado hasta ahora más de cincuenta yacimientos arqueológicos entre cuevas, manantiales y plazas ceremoniales. La inmensa mayoría, aunque reportadas, no han sido estudiadas en toda su extensión.
Entre los yacimientos están la cueva de Ramoncito, la cueva del Puente, el manantial de Tulio, cueva del Huracán, las plazas ceremoniales de La Aleta, plaza ceremonial del Cuadro de Piedra, cueva del Valle de la Horqueta, cueva de Berna.
Estos vestigios de la cultura taína datan del período del Descubrimiento.
Todos estos lugares históricos preservan una riqueza cultural de cientos de años, que aún la ciencia no ha podido descifrar y que de seguro constituirán la base científica en un futuro muy cercano para el estudio de las poblaciones aborígenes del Caribe.